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Juan Neira

LARGO DE CAFE

TESTAMENTO DE JAVIER FERNÁNDEZ

Javier Fernández se dirigió por última vez, como secretario general de la Federación Socialista Asturiana (FSA), a los cuadros de su partido. Ante el plenario del congreso pronunció un discurso muy de su estilo. Una pieza estudiada minuciosamente, trabajosamente memorizada, llena de alusiones a los hechos traumáticos vividos en el último año, y con la emoción contenida al recitarlo. Un discurso en clave rigurosamente personal, que trataba de ser algo así como las vivencias de un secretario general tras diecisiete años en el cargo, pero lleno de advertencias para su sucesor, Adrián Barbón, y sin perder la cara al “sanchismo”, mayoritario en la sala.

Tras decir que iba a hablar de recuerdos, lanzó el primer recado, “aunque vayas sobrado por los mares de la política, siempre hay un iceberg invisible esperándote” ¿Va Adrián de sobrado, o era el propio Javier Fernández el que navegaba despreocupado hasta que colisionó con Pedro Sánchez? A partir de ahí, la reflexión fluyó motivada por la abstención ante la investidura de Rajoy: en política no hay bien ni mal, sino opciones “preferibles o detestables”. Todos sabemos que para el secretario general saliente, la preferible era la abstención y la detestable, las terceras elecciones. Insistió Javier Fernández en el mismo tema al decir que el eje de la política es el tándem, izquierda/derecha, pero sin entender esa dicotomía al modo de Trento, entre “católicos y protestantes”. El famoso cisma del no es no.

Tras reconocer que nunca tuvo miedo y que no sintió jamás la ambición del poder, manifestó que su larga experiencia como secretario general le enseñó que el principal valor del partido es la lealtad. La lealtad es una virtud que de tanto insistir en ella puede convertirse en vicio, cuando la fidelidad a las personas clausura el raciocinio o fuerza a ocultar la verdad. Se refirió al ambiente hostil en el partido, sin nombres, fechas ni hechos, pero con “rencores, bandos y comisarios”. Un ambiente que sintetizó en la imposibilidad de “decir nosotros”. Unas palabras con resonancias a Benedetti: “quizás mi única noción de patria sea esta urgencia de decir Nosotros”. Confesó: “tengo congoja al final, pero no amargura por el último año”.  Cerró su pieza oratoria de forma lacónica, tras recordar a Martínez Noval, con cariño, miró a Adrián Barbón y le presentó su respeto. Y se sintió un abrumado deudor del PSOE. Le pedí a mi ordenador seudónimos de congoja y me sacó de dudas: “amargura”

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por JUAN NEIRA

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