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Juan Neira

LARGO DE CAFE

LA REPÚBLICA DEL ABSURDO

La tensión generada en torno al “Parlament”, donde Carlos Puigdemont iba a proponer la proclamación de la república de Cataluña, ha derivado en una obra de teatro del absurdo, ya que el “president” no propuso nada, sino que habló de “asumir el mandato para que Cataluña se convierta en un Estado independiente en forma de república”. Y pese a ello pidió, inmediatamente, a los diputados que suspendieran algo que no habían aprobado. Posteriormente, el portavoz de Juntos Por El Sí aclaró desde la tribuna que ya no eran españoles, y que el proceso constituyente de la república había empezado hace unos días, en concreto el día tres de octubre. Finalizadas las intervenciones, la sesión parlamentaria terminó sin que nadie hubiese votado nada. Los diputados abandonaron los escaños y el público se quedó preguntando si había habido boda. Para aumentar la confusión, media hora más tarde los diputados independentistas se reunieron en otra sala del edificio para estampar su firma debajo de un texto que llevaba como título, “Compromiso con la República”.

Todo esto sucedió en un día que tenía reservada la etiqueta de jornada histórica. No hubo épica ni lírica en el discurso leído de Puigdemont, que también estuvo ayuno de frases grandilocuentes. Pero el verdadero problema es que la sesión careció de sentido, hasta el punto de que la dignidad del “Parlament” quedó a la altura del felpudo. ¿Qué Cámara legislativa democrática del mundo mundial asiste de oyente ante un cambio de forma de estado, y del propio estado, realizados en su nombre, sin tener derecho a votar a favor o en contra? Qué degradación tan mayúscula es la que somete el nacionalismo independentista a las instituciones catalanas y qué tomadura de pelo a los ciudadanos.

Vamos con la interpretación política. El bloque independentista está tocado, no por las tensiones con la Cup, sino por los tres golpes sucesivos que sufrió en la última semana: discurso del Rey, fuga masiva de empresas y manifestación multitudinaria de los catalanes que se sienten españoles. Puigdemont, Junqueras, Forcadell y compañía están desconcertados y temerosos. La obra de teatro que representaron en el Parlamento sólo tenía como finalidad evitar que cobraran cuerpo sus temores: la aplicación del artículo 155 de la Constitución y la dilucidación de responsabilidades penales por parte del juez. Tanto gesto vano no les va a servir para conjurar sus miedos.

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por JUAN NEIRA

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