La votación de las enmiendas a la totalidad tumbó el proyecto de presupuestos del Principado. 2018 será un año de prórroga presupuestaria. Podemos mantuvo su propuesta sobre la educación de cero a tres años y el Gobierno no se avino a modificar las cifras. Los otros tres partidos (PP, Foro y Ciudadanos) que presentaron enmiendas a la totalidad ya habían decidido su postura con anterioridad.
La negociación deja una sensación extraña. Durante el tiempo que duraron las conversaciones parecía que el Gobierno quería aprobar los presupuestos, pero sin dejarse la piel en ello, sintiéndose mentalizado para gobernar lo que resta de mandato con las cuentas prorrogadas. En caso contrario no se entiende que haya descartado ahondar en la negociación con PP y Ciudadanos, y que le exigiese a Podemos el apoyo al presupuesto sin alterar las cifras, con la excepción de medio millón de euros destinado a luchar contra la corrupción. Cuando se está respaldado por menos de un tercio de los diputados, pedir a los grupos de la oposición que aprueben las cuentas sin cambiar las partidas es una quimera. No ocurre en ningún lado.
Los socialistas están acostumbraos a los pactos con IU, que conllevan mucha gestualidad política y escasas alteraciones presupuestarias. Tienen una larga historia en común y no les fue mal a ninguno de los dos, pero lo que no pueden pretender es que esa plantilla de pactos se traslade mecánicamente a otros partidos. Bien es cierto que Javier Fernández siempre tuvo a mano una alternativa con la que no contaron otros presidentes socialistas: el apoyo del PP. Mercedes Fernández inauguró el modelo de los acuerdos presupuestarios entre los dos grandes partidos poniendo como exigencia una petición cada año. El resto no le importa. El pasado año fue la elevación del mínimo exento en el Impuesto de Sucesiones; aceptada la propuesta, todas las partidas de gasto e inversión del PSOE le parecieron bien. Y después se atreve a decir que el modelo socialista está agotado. En esta ocasión, Javier Fernández renunció al “plan b” e intentó que los grupos de izquierda apoyaran el presupuesto con modificaciones minúsculas. Podemos no se avino al trato y el presidente le acusó de practicar la “vetocracia”. Supongo que Cherines y Nicanor García habrán quedado pasmados. Por debajo de esta ceremonia se adivina que en Asturias los presupuestos tienen más dimensión política que económica. Bajo esa premisa no me extraña apostar por la prórroga.