El clímax del “procés” se alcanzó la tarde del 28 de octubre en que los diputados nacionalistas votaron la independencia de la república catalana y el presidente Rajoy les contestó destituyendo a todo el “govern”, al amparo del artículo 155 de la Constitución, y convocando elecciones para el 21 de diciembre. Ahí quedó detenido el río revuelto del “procés”.
La doble respuesta de Rajoy estaba a la altura del desafío planteado, pero había serias dudas sobre la capacidad de aplicar las medidas acordadas. ¿Si desde Puigdemont hasta el último mosso d’esquadra se empeñaban en darle la espalda, qué haría Rajoy?
La duda estaba avalada por lo ocurrido la jornada del referéndum, cuando los mossos hicieron caso omiso de las órdenes recibidas y las votaciones empezaron a celebrarse ante la impotencia de policías y guardias civiles.
RESPUESTA PLANA
El proceder de los independentistas causó perplejidad, con la huida de medio “govern” a Bruselas, mientras el resto acudía a la citación de la Audiencia Nacional, para ser trasladados, posteriormente, a la cárcel.
No ocurrió nada. Ni los dirigentes llamaron a la resistencia ni las bases de la Asamblea Nacional Catalana y Ómnium Cultural ocuparon las calles. El artículo 155 se reveló como un arma poderosa para reducir a los sediciosos y defender la legalidad.
Sólo quedaba lamentar que Rajoy no lo hubiera aplicado mucho antes, sin esperar a que avanzase la operación independentista. ¿Cuándo? En el momento en que el “govern” anunció que iba a aprobar las leyes de desconexión.
Pese a la crítica de parte de la oposición española y de las instituciones catalanas al artículo 155, presentándolo como una vuelta a la Inquisición, lo cierto es que el retorno a la normalidad se hizo sin que surgieran fricciones con los funcionarios y sin que suscitara malestar social. Cuando Rajoy comunicó su doble decisión nadie podía imaginar que sería tan fácil desbaratar el plan independentista.
Lo más lógico es que la aplicación del 155 durara un periodo largo de tiempo, como hizo Blair en el Ulster, pero Rajoy y sus socios cometieron la equivocación de dar alta temprana al enfermo fijando elecciones a los 54 días de intervenir la Generalitat.
Rajoy barajaba otras fechas, pero Albert Rivera y Pedro Sánchez fueron inflexibles. Un error de bulto nacido del complejo de inferioridad ante los nacionalistas, como si la tribu de Pujol, Mas, Puigdemont, Junqueras, Rovira y compañía estuvieran en condiciones de dar clases de democracia a alguien.
“YO SOY ESPAÑOL”
De las urnas salió vencedora la opción de Ciudadanos, aunque la mayoría de escaños en la Cámara corresponda a los independentistas. El día que Rajoy convocó las elecciones no estaba en los pronósticos, ni remotamente, que la candidatura de Inés Arrimadas fuera a resultar triunfadora. Por primera vez la dirección de un partido que se atreve a cantar públicamente, “yo soy español, español, español”, gana las elecciones autonómicas en Cataluña.
Desde esta perspectiva hay que analizar la situación política en Cataluña y, en particular, los resultados electorales. El balance de lo sucedido desde el 28 de octubre hasta el 21 de diciembre es netamente positivo. El 155 no es un elefante en la cacharrería catalana, sino el bisturí quirúrgico para la camarilla de sediciosos. En las urnas ganó Ciudadanos, el partido que tiene una postura más tajante ante el independentismo.
Pese a estas consideraciones que están a la vista de todo el mundo, flota una sensación de cierta decepción con los resultados electorales. Cierta culpa de ello hay que achacarla a Mariano Rajoy, Pedro Sánchez y Albert Rivera que presentaron las elecciones como el punto final del retorno a la normalidad ¿Desde cuándo un sector social muy ideologizado cambia de opción electoral en cincuenta días? ¿Acaso no estaban estimulados para acudir a las urnas con el objetivo de liberar a los encarcelados y retornar a los huidos?
ELECCIONES EXPRÉS
La alternativa de las elecciones exprés tenía como consecuencia obligada la constitución de un Parlamento parecido al disuelto. Nadie se podía engañar, y menos que nadie los líderes de los partidos democráticos. Aun así, la victoria de Ciudadanos es una diferencia cualitativa con anteriores escenarios.
Toca hacer acopio de paciencia. Recordemos el bloqueo institucional español de 2016. Diez meses de vueltas y revueltas sin investir presidente. En Cataluña la situación es enrevesada, debiendo compaginar proyectos políticos de distintos partidos con otros de carácter puramente personal. A la vez, los procesos judiciales seguirán avanzando. Lograr que una parte de los diputados independentistas se siente en el Parlamento va a costar un gran esfuerzo. No me extrañaría que Puigdemont siga en el extranjero de embajador del independentismo En esas circunstancias se cometen muchos errores. No hay que distraerles.
Mientras no se haya elegido un presidente el artículo 155 sigue en vigor. Rajoy tiene decisiones que tomar, una vez se reponga del KO electoral. El hundimiento del PP se lo ganó a pulso con su estilo timorato, siempre dispuesto a dejar que los demás hagan las cosas por él. En resumen, los constitucionalistas están mejor que dos meses atrás.