En la entrevista a Adrián Lastra publicada ayer en este periódico, el secretario general de la FSA habla de su partido. El centro de su discurso es el cambio, término fetiche utilizado en todas las democracias para ganar en las urnas. Con él, como bandera, ganó Barbón las primarias a dirigir la organización socialista asturiana. Pedro Sánchez también se valió del mismo, en dos ocasiones, para convertirse en el máximo responsable del PSOE. Siguiendo esa estela Barbón repite discurso para que la militancia socialista coloque a un ‘sanchista’ en la cabecera de la candidatura autonómica. Para que tenga perfiles concretos y sea algo más que un comodín utilizable en todas las bazas, toca preguntarse qué entiende Adrián Barbón por cambio.
De las respuestas dadas en la entrevista se deduce que el cambio es la reconciliación con una idea de la izquierda que pasa por oponerse a toda combinación de gobierno con la derecha. El secretario general de la FSA cita ejemplos europeos y, cómo no, la abstención ante la investidura de Rajoy. El cambio sería el alejamiento de la derecha: ni grandes coaliciones en Alemania ni investiduras en España. Es un tipo de razonamiento reconocible que ha calado en la militancia socialista, pero elude el fondo de la cuestión: las etiquetas de izquierda y derecha no vienen delimitadas por las alianzas, sino por las políticas concretas que se toman.
Adrián Barbón se niega en redondo a aclarar si va a mantener su compromiso de no presentarse a liderar la candidatura electoral. Es capaz de citar a Torcuato Fernández Miranda para justificar su mutismo. Todo indica que se precipitó al apuntarse a la bicefalia; las intenciones del sector crítico (basta con ver los movimientos de algunos consejeros) le van a obligar a cambiar de planes y descender a la arena de las primarias al Principado. Antes o después va a tener que rectificar. Afirma que la popularidad no sirve para ganar las primarias porque decide la militancia. Me parece una reflexión muy esquemática. Si la popularidad está basada en la telegenia o en protagonizar anécdotas hilarantes, no aporta nada de cara a las urnas, pero los políticos más populares suelen ser los que tienen más tirón entre el público y la sacrosanta militancia no deja de ser público. Hasta los socialistas peor informados saben que si ponen a un anónimo personaje al frente de la candidatura autonómica, el PSOE se pasará el próximo mandato en la oposición. Ese sí que sería un cambio radical.