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Juan Neira

LARGO DE CAFE

ELOGIO DE LA HIPOCRESÍA

La anécdota chusca de los mensajes de móvil, en que dirigentes del PSOE y del SOMA criticaban a Javier Fernández y planeaban un boicot al acto en el que va a recibir el premio Mierenses en el Mundo lleva camino de convertirse en el mayor encontronazo entre el presidente del Principado y la mayoría ‘sanchista’ del partido, desde que el socialismo asturiano volviera al modelo bicéfalo. Quien filtró los mensajes sabía lo que hacía. Si los diálogos privados de los políticos se transforman en públicos, las relaciones en la clase política quedarían devastadas como si hubiese pasado un tsunami. Lo mismo ocurriría en el mundo de los negocios, en los clubes deportivos, en las instituciones financieras, en las reales academias, en los grandes almacenes, en los medios de comunicación, en las organizaciones no gubernamentales, en los reductos machistas y en las organizaciones feministas, etcétera. Por eso es delito la interceptación de mensajes privados y por eso hay una ley de protección de datos. Nadie dirigiría mensajes en privado con el desparpajo que lo hace, en el caso de saber que sus palabras pasarían a ser de dominio público. Esto vale tanto para ‘sanchistas’ como para ‘javieristas’. En cualquier tipo de comunicación el contexto es la audiencia.

La educación, la urbanidad (término desusado), son meros convencionalismos que cambian según los escenarios. Hay cosas que se admiten en privado, pero se censuran en público. Las relaciones sociales en el mundo avanzado, donde la sociedad es refinada y tiene unos protocolos sutiles, se rigen por la pauta de la hipocresía. Desde los saludos hasta las conversaciones entre amigos vienen amortiguadas por la hipocresía que impone la amabilidad sobre la expresión libre de sensaciones y sentimientos. Como dice un amigo mío, los matrimonios durarían 24 horas si imperara la radical sinceridad entre cónyuges. Gracias a la hipocresía la sociedad es más pacífica y tolerante. En sociedades mucho más sinceras, como en Uzbekistán o en Myanmar, los problemas aparecen al subirse a la plataforma de un autobús atestado de gente.

El conflicto de los mensajes de móvil en el socialismo astur se plantea porque no se acepta la separación entre lo privado y lo público. Los que se rasgan las vestiduras tratan de convencernos de que nos regimos por las pautas de Uzbekistán, donde no hay reservas sociales ni la intimidad es un valor a preservar. Frente a ese discurso arcaico se alza el elogio de la hipocresía.

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por JUAN NEIRA

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