Mercedes Fernández calentó la víspera de la huelga de las mujeres con una declaración contundente: «Me han puesto silicona en el escaño». Desconozco si sucedió exactamente así o si estamos ante una hipérbole del discurso político. De ser real la colocación de silicona estaríamos ante algo más que una broma pesada, porque en un Parlamento no se puede contemporizar con las anomalías y más si son intencionadas. Desde estas líneas critiqué la facilidad con que los portavoces parlamentarios frecuentaban expresiones que no se escuchan en los discursos del Congreso de los Diputados, aunque sí en las tabernas. Pues bien, el uso de la silicona en los escaños es mucho más reprobable. El presidente de la Cámara debería interesarse por ese suceso y tomar las medidas oportunas. La impasibilidad deja de ser una virtud cuando toca intervenir y se adopta el rol de la Esfinge. Sea o no real el uso parlamentario de la silicona, lo cierto es que Cherines optó por la actitud beligerante ante la convocatoria de huelga, en un momento en que el presidente Mariano Rajoy había cambiado el paso y se mostraba sumamente respetuoso y comprensivo con la movilización feminista. Desautorizó la salida de su ministra de Isabel García Tejerina, ministra de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, cuando interrogada por la convocatoria del 8 de marzo, dijo que ella iba a hacer una huelga a la japonesa. Preguntado por esa alternativa, el presidente del Gobierno manifestó que «no me reconozco en la afirmación de la huelga a la japonesa que ha dicho o no algún miembro de mi partido. No me reconozco». Conclusión: Cherines se lanza cuando Rajoy frena. Qué mala suerte. Igual hoy o mañana nos deleita con una crítica furibunda a los modelos orientales de huelga. Todo es posible.
Adrián Barbón aprovechó la ocasión para ironizar sobre la queja de Mercedes Fernández, diciendo que «Cherines confunde la silicona con el Loctite». Adrián Barbón animó a la militancia socialista a participar en la huelga y deseó que la jornada del 8 de marzo fuera un éxito del movimiento feminista. Por fin vemos al secretario general de la FSA orientado hacia lo que toca: la confrontación con el PP.
La dialéctica habitual de los líderes socialistas pasa por explicar su proyecto e interpelar a la derecha que es su alternativa natural. Cuando un dirigente socialista está respaldado por la mayoría absoluta de su partido debe hablar para la sociedad. Ya están los mítines para jalear a la militancia.