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Juan Neira

LARGO DE CAFE

CANDIDATOS/AS DE LA CALLE

Los idus de marzo han traído las mayores movilizaciones en la calle desde los tiempos de la huelga general del 20 de junio de 2002, cuando los sindicatos cogieron el guante arrojado por Aznar al cambiar por decreto la cobertura del desempleo.

Por cierto, en aquella ocasión, el Gobierno del PP negó que la convocatoria de huelga hubiera tenido un seguimiento mayoritario, pese a que el consumo eléctrico había disminuido hasta igualarse con el de un domingo de verano. Mariano Rajoy, que era a la sazón vicepresidente primero del Gobierno, reconoció, ‘off the record’, que el paro en la industria había rozado el 100%.

Un periodista amigo mío, que llevaba unas semanas en Asturias, me llamó a primera hora de la mañana para preguntarme: «Oye, ¿esto qué es, Minsk?». Esa imagen ofrecía Gijón para un profesional ávido de noticias.

Reivindicaciones

A la movilización de las mujeres, el ocho de marzo, se sumó ayer la demostración de los pensionistas. Si la protesta de las mujeres no tenía un blanco único, la manifestación de los pensionistas sí fue directamente contra el presidente del Gobierno, al que hicieron responsable de la pérdida del poder adquisitivo de las pensiones.

Las reivindicaciones feministas contra la brecha salarial, el techo de cristal, la violencia de género, la igualdad de derechos, etcétera despiertan máxima sensibilidad en los estados mayores de los partidos.

En apenas unos días, Rajoy pasó de negarse a hablar de la brecha salarial, en la radio, a llevar en la solapa de su traje un lazo morado. A primer golpe de vista me pareció que lo portaba a modo de penitencia.

Algo similar ocurre con los pensionistas, un conjunto de más de nueve millones de personas que no disponen de la posibilidad de hacer huelga, pero tienen muy interiorizado que su arma es el voto. En las encuestas, el único estrato de edad donde el PP goza de mayoría absoluta es entre los mayores de 65 años, así que el Gobierno va a tener que hacer un esfuerzo extraordinario para calmar a tanto jubilado irritado. Llegó el momento de saber cuál es el coste de oportunidad del voto de la tercera edad para los políticos.

La doble movilización no sólo incomodó al PP, sino que también afectó al resto de partidos. En el campo de la izquierda la protesta feminista tuvo más puntos de contacto con el discurso de Podemos que con el PSOE.

La juventud de las ‘portavozas’ y el radicalismo (anticapitalismo) de su propuesta programática marcan una diferencia con lo visto hasta ahora. Hay otra diferencia sutil: el movimiento feminista quiere el poder, no se conforma con logros parciales. De ahí el lema de «sin nosotras, se para el mundo». Toda una demostración de fuerza. No significa una ruptura con lo anterior, en modo alguno, pero es muy difícil que algo que se define como movimiento esté detenido mientras transcurren años y décadas.

Programas y ‘lobbies’

Estamos ya en plena precampaña electoral, y dos colectivos millonarios en electores han salido a la calle con sus respectivas tablas reivindicativas. Ya no vale hacer copia y pega con los programas electorales del pasado, habrá que reescribirlos de arriba abajo.

Me inclino a pensar que cada capítulo programático (empleo, sanidad, medio ambiente, etcétera) tendrá su correspondiente adaptación a las necesidades de las mujeres y los jubilados.

Con Zapatero, por primera vez, el discurso político en España dejó de articularse por categorías clásicas para configurarse en torno a las demandas de los lobbies. Sus gobiernos llegaron a responder a esa premisa, asignando cartas ministeriales a personajes monotemáticos que se dedicaron a inventar palabras para complacer a su tribu.

Zapatero, un político de mente fría, se dedicaba a detectar masas de votos, aquí dos millones, allá otro millón, etcétera. Una vez conquistadas las porciones mandaba en el queso. Le fue muy bien hasta que lo barrió el tsunami de las hipotecas ‘subprime’.

Mientras los estados mayores de los partidos diseñan la estrategia para cortejar a pensionistas y mujeres, algún líder nacional duerme intranquilo. El escenario político puede cambiar, súbitamente, si los lobbies se convierten en sujetos políticos.

Nunca se habían dado las condiciones del presente. Es tal el descrédito de los políticos y la imposibilidad de presentar respuestas globales que resulta verosímil ver a feministas y pensionistas concurriendo y triunfando en las urnas.

El Partido Animalista (PACMA), con su propuesta de defensa de los derechos de los animales desde las instituciones, obtuvo en el año 2008, 44.000 votos. En 2016, ya sacó 286.000. En esta última fecha, sus candidatos al Senado establecieron un récord histórico para este tipo de candidaturas, con 1.213.000 sufragios.

Es difícil imaginar cuántos votos podría obtener una candidatura feminista u otra de pensionistas. Un ejemplo a pequeña escala está en el miedo de Mercedes Fernández a que los miembros de la plataforma contra el Impuesto de Sucesiones se conviertan en candidatura electoral.

El sistema de representación política está en crisis y puede haber un cambio radical. Todo depende de que los ‘lobbies’ dejen de confiar en los partidos tradicionales y pasen a ser ellos mismos quienes se pongan a legislar.

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por JUAN NEIRA

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