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Juan Neira

LARGO DE CAFE

ERROR INVOLUNTARIO

Un «error involuntario». Así resumió Cristina Cifuentes el vídeo del hurto, en el que se ve cómo un empleado del supermercado le manda vaciar el bolso donde se encuentran los dos botes de crema que trataba de llevarse para su casa sin pagar. Dicen que todos tenemos un precio; en el caso de Cifuentes quedó demostrado que su precio es muy bajo: 40 euros. Aunque ella lo ignore, todos los errores son involuntarios, porque en caso contrario no es correcto hablar de errores sino de fraude, estafa, robo, mentira, hurto. En definitiva, de acción dolosa. La sustracción de las cremas fue un acto consciente que trató de negar cuando fue requerida por el servicio de seguridad, primero diciendo que ya llevaba los botes con ella, luego enseñando uno solo, y finalmente diciendo que tenía prisa terminó por abonarlos. En el affaire del supermercado, Cristina Cifuentes aseguraba que no tenía nada, cuando la mercancía estaba en el bolso, mientras que en el escándalo del máster, presumía de poseerlo y la investigación periodística demostró que no tenía el título, conformándose con un apaño de firmas falsas. Si la verdad está en un lado, Cifuentes se coloca siempre en el otro. Ante el público, su problema no está en las mentiras primigenias, sino en el cinismo de dar, a posteriori, explicaciones fantásticas, a sabiendas de que son rotundamente falsas, ante 46 millones de españoles.

Mariano Rajoy tenía poderosas razones para retirarla de la escena pública durante las últimas semanas, pero le dio su apoyo. Tuvo que llegar el vídeo de las cremas para que diese orden a Cospedal de indicarle la puerta de salida. Demasiado tarde. El coste de mantener la mentira en el poder lo va a pagar el PP de Rajoy. Inexplicable, también, la postura de Pablo Iglesias: «no es legítimo destruir a un ser humano». Después de cargarse a Tania Suárez, le brotan los sentimientos de piedad por Cifuentes. Iglesias también es un hombre de errores: en Cataluña con los independentistas y en Madrid se compadece de ‘Cifu’.

Políticamente, Cifuentes fue una creación de las fuerzas rivales de Esperanza Aguirre. El PP de Rajoy y la izquierda la saludaron con alivio, al dejar atrás a la auténtica lideresa de la derecha madrileña. En las palabras de despedida ensayó su última mentira: se retira para que la izquierda radical no gobierne Madrid, vía moción de censura. En realidad, abandona empujada por el descrédito social, llena de arrugas, refugiada en el recuerdo del padre difunto. Una escena patética.

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por JUAN NEIRA

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