Los militantes de base y los cuadros de IU, en Asturias, están revueltos tras conocer el documento de Alberto Garzón que plantea un cambio radical en la organización liquidando las federaciones y levantando una estructura centralista que le concede poderes omnímodos para llevar el barco de IU al puerto de Podemos. Desde la dirección federal se desliza que se trata de un simple documento de trabajo, pero todos piensan que se trata de una mera táctica para ganar tiempo. Nadie propone una transformación profunda de una organización política para convertirla en un mero material de debate. El calendario político respalda la necesidad que tiene Garzón de dar pasos hacia adelante. Veamos.
En 2019 habrá como mínimo cuatro convocatorias a las urnas: elecciones andaluzas, municipales, autonómicas y europeas. Las tres últimas el mismo día, 26 de mayo. Puede haber también elecciones generales, si el Gobierno de Rajoy no logra cambiar la tendencia declinante que acompaña al PP. Garzón no puede acudir a las urnas con las herramientas del pasado. La novedad de las elecciones generales de junio de 2016, formando con Podemos la candidatura conjunta de Unidos Podemos, es irreversible para Garzón. Su destino político va irremediablemente unido a la operación de poner debajo del praguas de Podemos a toda la infantería de IU. Por eso la propuesta de liquidar las federaciones territoriales es mucho más que un documento de trabajo: es un paso necesario para generalizar la alianza electoral y facilitar la fagocitación de IU por el partido de Pablo Iglesias.
En Asturias, un sector mayoritario en IU está por la labor de plantar cara a Garzón negándose a liquidar la actual organización y dispuesto a concurrir con una candidatura independiente de Podemos a las elecciones de 2019 si no les dejan otra salida. El principal instrumento de coacción de Garzón es retener la marca de IU y obligar a los disidentes a comparecer ante el electorado con otras siglas. No cabe duda de que es un hándicap presentarse a pedir el voto sin la marca histórica, pero ese tipo de obstáculos no facilitarán la entente. Es verdaderamente sorprendente la falta de confianza de los dirigentes federales en su propia fuerza política. El fracaso cosechado por Unidos Podemos en las urnas (un millón de votos menos de los logrados, seis meses antes, por Podemos e IU concurriendo por separado) no le ha hecho recapacitar a Garzón, ni las insensateces y los caprichos de Pablo Iglesias.