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Juan Neira

LARGO DE CAFE

SINDICATOS, RENOVACIÓN PENDIENTE

El contexto remoto del Primero de Mayo está en la fuerte pérdida de afiliación de las dos grandes centrales sindicales (CC OO y UGT) durante los años de la crisis económica, mientras que el contexto cercano viene dibujado por las impresionantes movilizaciones de las organizaciones feministas, el pasado 8 de marzo, y de pensionistas, el 17 del mismo mes. A estos dos hitos, hay que sumar el alineamiento de CC OO y UGT con las tesis de los independentistas en Cataluña, que les ha llevado a participar en la última gran demostración de masas de los nacionalistas, el pasado 15 de abril, donde el grito más coreado fue «Puigdemont, president».

Con esos antecedentes se realizó la convocatoria del Primero de Mayo que llevaba como principales reivindicaciones: igualdad, pensiones dignas, mejor empleo y mayores salarios. De las dos primeras demandas ya se encargan los colectivos de feministas y jubilados, que tienen más capacidad de presión que las dos grandes centrales, como lo demuestra el hecho de que unas cuantas concentraciones en la calle hayan servido para que todas las pensiones vean aumentada su cuantía en la misma proporción que el IPC; también han logrado retrasar la introducción del factor de sostenibilidad.

Dejando a un lado las consignas compartidas con feministas y pensionistas, hay que ver las peticiones de mejores empleos y mayores salarios, como la demanda específica del Primero de Mayo. Modificar la composición de los empleos implica cambiar el modelo productivo, algo para lo que se necesitan no menos de veinte años, y eso contando que se camine en la buena dirección. Las ofertas de trabajo responden a las necesidades actuales de las empresas. No van a contratar empleos más cualificados mientras no los necesiten. La cuestión de los salarios es distinta. La retribución de la mano de obra ha sido la gran perjudicada en el nuevo reparto del excedente empresarial tras la crisis económica. Cuando crece la contratación es obligado que los sindicatos exijan un aumento de salarios. Como es obvio, los empresarios están cómodos con la situación actual, en la que un tercio de la mano de obra gana el salario mínimo. Es el clásico pulso entre organizaciones empresariales y sindicales. Para salir airosos del trance, los sindicatos necesitan renovarse y ganar credibilidad ante los trabajadores. El escepticismo sobre los políticos también afecta a los líderes sindicales. La autocrítica es obligada cuando se pierde afiliación.

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por JUAN NEIRA

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