ETA ha enviado una carta el 16 de abril a fuerzas sindicales y a colectivos económicos y sociales, donde anuncia la «voluntad definitiva y concluyente» de disolución. En la misiva da por terminado «su ciclo histórico y su función», dando fin a su recorrido. En el mensaje, la banda terrorista avisa que el conflicto de Euskadi con España y Francia no está superado. Según los portavoces de ETA, dicho conflicto no comenzó con ETA y estará presente después de disolverse. La semana pasada, algunos de los destinatarios han recibido la carta.
Los terroristas y su entorno filtran esta información para crear una expectativa en la sociedad sobre el acto que se desarrollará el próximo fin de semana en el sur de Francia, donde ETA escenificará el punto final. Toda esta liturgia llega con retraso, porque hace siete años que ETA ha dejado de estar presente para los ciudadanos. Dejó pasar tanto tiempo para anunciar el final con la esperanza de obtener algún beneficio relacionado con los presos, que es lo único a lo que podía optar. La idea de ofrecer la disolución de la banda a cambio de lograr un cambio del sistema jurídico político sobre el que se asienta la comunidad autónoma vasca hace tiempo que lo ha desechado: ni derecho de autodeterminación ni integración de Navarra en el País Vasco. Siete años más tarde tampoco ha logrado el indulto para los etarras encarcelados. El consenso entre los principales partidos políticos españoles, sacando esta cuestión de la agenda política, y dejando en manos del Gobierno de turno las decisiones a tomar ha provocado la resignación de los etarras que dicen adiós sin poder ofrecer ni el más pequeño triunfo a su clientela.
Fundada a finales de los años cincuenta del pasado siglo (dicen que nació en el seminario de Vitoria), se diferenció del resto de formaciones nacionalistas por el uso de la violencia como actividad principal de la organización. Luchar por la independencia del País Vasco no era una novedad, ni siquiera la reivindicación del socialismo como objetivo de un grupo. Fue la paliza, la extorsión económica, el secuestro, el tiro en la nuca, el coche-bomba, la ráfaga de metralleta, lo que le dio celebridad mundial. La enfermedad nacionalista fue capaz de hacer el prodigio de convertir casi mil asesinatos en un retablo de héroes. Sesenta años enroscándose la serpiente en el hacha y no ha logrado cumplir ninguno de sus objetivos fundacionales. ETA es la historia española más triste desde el fin de la guerra civil.