Cuánto cambiaron las cosas en el PP. El actual presidente en funciones llegó al cargo por obra y gracia del dedo de José María Aznar. El entonces líder del PP presumía de tener un cuaderno azul donde estaba escrita la hoja de ruta del partido, pero solo él tenía el privilegio de conocerla. El día que creyó conveniente citó en su despacho a Rodrigo Rato, Jaime Mayor Oreja y Mariano Rajoy. En presencia del trío dejó ungido a Rajoy como sucesor. El político gallego estuvo casi quince años al frente del partido sin que nadie le reprochase el método digital por el que había llegado al poder.
Con Rajoy instalado en Santa Pola, siete afiliados del PP se han registrado como aspirantes a liderar la organización. Pablo Casado fue el que presentó más firmas, seguido de Dolores de Cospedal. Soraya Sáenz de Santamaría no quiso desvelar el número de rubricas que llevaba debajo del brazo. Nunca hubo siete candidatos para hacerse con el poder en ningún partido. El PP se apunta a la teoría del péndulo al pasar de hurtar a la militancia la elección del jefe a dar paso a un pelotón de candidatos.
Si el dedazo era consecuencia de una decisión de Aznar, la pléyade de aspirantes es producto del pasotismo de Rajoy, que no cumple con los deberes mínimos de todo presidente en funciones, a saber, ordenar el proceso de sucesión. Rajoy se encogió de hombros y dejó que cada uno hiciera lo que quisiera, y de ahí la espantada de Núñez Feijóo y la aspiración de desconocidos a hacerse con los mandos de la nave. Si el proceso acaba bien será por el ángel de la guarda del Partido Popular, ya que las piezas están puestas para ahondar en la división del partido.
La política es muy engañosa; la escena se mantiene muchas veces estable empujada por la inercia y, de pronto, en un mes suceden más novedades que en toda una década. Quiero decir que el PSOE pasó de la debilidad a la fortaleza, mientras el PP ha empezado a caer por una pendiente y ya se han encendido las luces rojas. Que uno de los dos grandes partidos que vertebró la vida nacional atraviese una fase de desgobierno no le conviene a nadie.
En Asturias, la cúpula del PP lo tiene claro, sólo falta que todos ellos se pongan una camiseta con una leyenda escrita en inglés a favor de Dolores de Cospedal. Siempre fue la gran valedora de Mercedes Fernández. Recuerdo los fríos saludos entre De la Serna y Cherines, mientras el ministro saludaba con la mejor de las sonrisas a Cristina Coto. Si gana Soraya Sáenz de Santamaría volverá a estar Asturias con el paso cambiado.