Entre pulsos de poder y posturas encontradas sobre la descarbonización exprés, las cosas en Podemos andan revueltas. Hace unos días Emilio León sorprendía a todos con el abandono de la portavocía en la Junta General del Principado y Daniel Ripa dice, ahora, que León sería el mejor presidente para Asturias ¿Apoya Ripa a León para que supere un hipotético bajón anímico? ¿Trata el secretario general de mostrar que no tiene diferencias políticas con el ex portavoz y que, por consiguiente, no fue él quien presionó para que dimita? Lo cierto es que el vacío dejado por Emilio León no ha sido cubierto por la portavoz adjunta, Lorena Gil, sino por el diputado Enrique López. La decisión fue tomada en una reunión del Consejo Ciudadano. Podemos se estrenó en Asturias en las elecciones autonómicas y municipales de 2015. Llegó con la vitola de partido del pueblo, sin rancias jerarquías, con las puertas abiertas a los inscritos y a los no inscritos, provisto de métodos de funcionamiento rupturistas como es el hecho de permitir que cualquier persona, aunque sea miembro de un partido de extrema derecha, pueda participar en las votaciones de Podemos para elegir a los dirigentes y a los representantes institucionales. Imagino que Billy el Niño también podría hacerlo. Podemos hacía de la transparencia una exigencia obligando a otros partidos de izquierda a someter la negociación de acuerdos a la transmisión por ‘streaming, como ocurrió en el Ayuntamiento de Gijón. Su programa era un compendio de propuestas radicales, centradas en los intereses de las clases populares, que iban a tener en Podemos el instrumento perfecto para empoderarse. La expectación era máxima.
Tres años más tarde las cosas no han ido exactamente por la ruta señalada. Es cierto que mantuvieron una postura digna de oposición ante el Gobierno de Javier Fernández, aunque el ambiente que les rodea les ha inoculado dudas y hay diputados que preferían haber apoyado las últimas cuentas del Gobierno socialista antes que entrar en prórroga presupuestaria. Ahora bien, lo más llamativo es la opacidad y la facilidad con la que dan explicaciones oficiales completamente risibles. Por ejemplo, Emilio León comunicó que abandonaba la portavocía por una decisión «personal, sin ningún tipo de connotación política »¿ Enfermedad ?¿ Conciliación familiar? ¿Oferta de trabajo? Conclusión: en cuanto se les da un escaño a los del 15-M se comportan igual que los diputados del «régimen del 78».