La primera entrevista entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder de la oposición, Pablo Casado, ha tenido una pretenciosa ampulosidad, visible en las tres horas que duró la reunión y la interminable lista de asuntos tratados: el empleo y las reformas económicas, la Unión Europea, política presupuestaria, política contra el terrorismo, medidas a tomar frente al nacionalismo independentista, reforma del código penal, acercamiento de presos etarras, unidad de mercado, consolidación fiscal, inmigración, reformas electorales, financiación autonómica, pensiones, desbloqueo ley de educación, agenda internacional, etcétera. Cuando se abordan tantos asuntos se logra un efecto parecido a cuando no se trata ninguno: meras referencias, sin profundizar en las posturas de ambos sobre ellos.
Pedro Sánchez y Pablo Casado mantienen posturas antagónicas. Las ministras y los ministros de Sánchez ya lo han remarcado en asuntos de su competencia. Ante sus clientelas electorales les favorece subrayar la divergencia de posturas. No obstante, los dos están interesados en dar una especial interlocución al rival porque tienen un objetivo común: reavivar el desmayado bipartidismo. Hasta el año 2015, PSOE y PP se repartían la España electoral, con la excepción del País Vasco y Cataluña. La entrada en el Parlamento de Podemos y Ciudadanos les llenó de zozobra. Esta es la razón por la que su primer encuentro tuvo ribetes de entrevista de Estado, para diferenciarlo del resto de conversaciones que mantiene el presidente en La Moncloa con otros líderes políticos.
Al encuentro llegaron Pedro Sánchez y Pablo Casado en posiciones diferentes. Unas horas antes de celebrarse la cita, el sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) indicaba que el PSOE ganaría las elecciones con diez puntos de ventaja sobre el PP y Ciudadanos. Unidos Podemos se hundiría en cuarto lugar a casi 15 puntos de distancia. La encuesta, realizada a primeros de julio, indica que el primer mes de Sánchez, desde una perspectiva electoral, fue impecable. Es imposible seducir mejor al electorado. En cuatro semanas en el poder cumplió con el objetivo de dar un vuelco a las encuestas. Hay que recordar que en todos los sondeos de primavera, el PSOE aparecía como tercer o cuarto partido, por detrás de PP, Ciudadanos y, a veces, hasta de Unidos Podemos. Ahora ya tiene bola ganadora: disuelve las Cámaras en otoño, gana los comicios y retoma el diálogo.