El Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ha publicado las notas que damos los españoles a los partidos al finalizar el curso político. EL PSOE logra un resultado sobresaliente, muy superior a las notas recibidas en los trimestres anteriores, con el 29,9% de intención de voto, casi ocho puntos más que en el anterior barómetro del CIS. En el segundo puesto empatan Ciudadanos y PP, con el 20,4% de cuota electoral, perdiendo dos y cuatro puntos, respectivamente. En el último lugar se encuentra Unidos Podemos, con el 15,6%, cediendo cuatro puntos (ahora se hacen llamar, Unidas Podemos, sin que el cambio de sexo haya servido de revulsivo).
Gana el PSOE y pierden los otros tres. A la hora de analizar hay que distinguir entre las pérdidas de unos y otros. También hay que matizar al hablar del avance socialista.
Perdedores
El sondeo se realizó en el 1 y el 10 de julio, un mes después de ser derribado Rajoy del poder y con el PP dominado por el guirigay interno, sin cabeza visible. En esas circunstancias el retroceso era algo obligado, aunque el PSOE no estuviera en estado de gracia. El electorado del PP se encontraba, forzosamente, desmovilizado y la encuesta lo refleja perdiendo cuatro puntos.
Ciudadanos cede dos puntos, la mitad que el PP, achacables ante la pérdida de protagonismo de Albert Rivera en favor de Pedro Sánchez. Ciudadanos es un coro que vive del solista y el conjunto se apaga cuando hay un tenor que canta más alto.
La pérdida de Unidos Podemos tiene características de derrota, porque sólo se explica por la equivocada estrategia de Pablo Iglesias.
Como todo partido nuevo, Podemos carece de la solidez de las dos grandes formaciones nacionales –PP y PSOE–, curtidas en mil coyunturas políticas, la mitad de ellas de carácter adverso para sus intereses. PSOE y PP soportan bien la crítica externa, venga de los rivales políticos o sea de origen mediático. Podemos, no. Más pronto que tarde es vulnerable a los golpes recibidos.
En marzo de 2016, Podemos se posicionó en contra de la investidura de Pedro Sánchez. El dirigente socialista había pactado un programa de gobierno con Ciudadanos. Desde ese momento, el PSOE fue implacable con Podemos haciéndole responsable de haber permitido seguir gobernando a Rajoy. En realidad, Rajoy fue investido siete meses más tarde con la abstención socialista y el voto en contra de Unidos Podemos, pero la crítica socialista ya había hecho mella en la dirección de Podemos, como se acaba de ver dos años después, con la moción de censura a Rajoy.
Cualquier político avezado habría entendido el sentido de la censura socialista. Con la disculpa del ‘caso Gürtel’, buscaban alcanzar el poder para recuperar protagonismo y encarar el final de legislatura con ventaja. Podemos no podía negarse a apoyar la moción de censura, pero debería haber puesto como condición la participación en el Gobierno, aunque fuera con un carácter marcadamente minoritario. Dos años antes, Pablo Iglesias actuó con tanta torpeza que se ciscó con Ciudadanos, para descalificar el intento de investidura de Pedro Sánchez.
Cuando en una Cámara de 350 diputados hay dos partidos de izquierda, uno con 84 escaños y el otro con 71, la forma de ganar una moción de censura pasa por la alianza, máxime cuando el resto de escaños necesarios para que la moción salga adelante está mayoritariamente en manos de fuerzas independentistas que son más proclives al grupo de los 71 escaños, es decir, a Unidos Podemos.
En un mes en el Gobierno, la transferencia de votantes de Unidos Podemos al PSOE deja al grupo de Pablo Iglesias en una posición crítica, con una intención de voto que apenas alcanza la mitad de los que dicen que votarían al PSOE.
Estrategia
El avance del PSOE debe apuntarse, enteramente, en el haber de Pedro Sánchez que ha ejecutado su plan de mejora de imagen a la perfección, dando satisfacciones al público con el gobierno más feminista de la historia democrática europea, con la traída del Aquarius –con la participación de más rescatadores que rescatados-, con la recuperación de la universalidad para la sanidad pública –ya era un hecho por la vía de los gobiernos autonómicos– y con la pacificación de las relaciones con la Generalitat. De la grisura de Rajoy encerrado en la Moncloa a la sonrisa benefactora del presidente que atrae a las cámaras fotográficas
Si alguien pretexta que todo es humo porque los problemas siguen ahí, yo le respondería que es cierto, pero estamos hablando de sondeos –o de elecciones–, que no pasa de ser una competición entre marcas y líderes, donde la mera percepción del público se convierte en ganancia o pérdida de poder político.
Ante el sondeo electoral es probable que a la vuelta de las vacaciones Pablo Casado sobreactúe o que Unidos Podemos pase directamente a la oposición frontal al Gobierno socialista. Están atrapados, sólo conseguirán adelantar las elecciones que es su mayor amenaza.
Si el CIS del socialista Félix Tezanos no miente, la doble operación de Pedro Sánchez con los pecios de la Gürtel y la seducción de la opinión pública, podrá ser analizada en los cursos de verano como atajo para consolidarse en el poder.