Había cierta expectación por lo que pudiera hacer o decir una figura tan atrabiliaria como Quim Torra, presidente de la Generalitat, que había manifestado su absoluta incompatibilidad con Felipe VI, anunciando que nunca asistiría a actos en los que estuviera presente el Rey. Al final, alguien le debió de convencer que su ausencia sería un grave error, y estuvo presente. No obstante, tanto en su mensaje institucional, como en su actuación en el acto de la Plaza de Cataluña, trató de forzar el sentido del acto, utilizando el homenaje a las fuerzas de Seguridad por su actuación en los atentados para denunciar la suerte judicial que corren Joaquín Forn (ex consejero de Seguridad encarcelado por su supuesta participación en delitos de sedición y rebeldía) y José Luis Trapero (ex jefe de los Mossos d’Esquadra). Torra presentó a la mujer de Forn al Rey, cuando el protocolo pedía que presentara a su esposa. Fuera de esas anécdotas, un grupo de 500 personas de los Comités de Defensa de la República, fuerza de choque de los independentistas, hicieron su particular homenaje a las víctimas.

Se evitó la repetición de lo ocurrido el pasado año, pero al precio de realizar un acto un tanto descafeinado, en que sólo se habló de víctimas, fuerzas de Seguridad, y servicios médicos, como si el atentado no hubiera sido un ataque a la democracia española, a nuestro sistema de convivencia y la Constitución. Se esperaba una multitud de gente y la Plaza de Cataluña registró media entrada.