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Juan Neira

LARGO DE CAFE

FRANCO, EN LA AGENDA POLÍTICA

El Consejo de Ministros aprobó el real decreto que modifica la Ley de Memoria Histórica, paso obligado para exhumar los restos del general Franco, tarea que se pretende realizar antes de fin de año. La familia tendrá un plazo de quince días para hacerse cargo de los restos, en caso contrario será el propio Ejecutivo el que decida donde serán nuevamente enterrados. Desde que se inició el mandato de Pedro Sánchez el cadáver de Franco ha quedado incorporado a la agenda nacional. Debe ser que no hay cuestiones más acuciantes que merezcan la atención del Gobierno. A lo largo de los últimos tres meses se ha discutido diariamente sobre el asunto. Dos son las principales razones que aportan los partidarios de remover la lápida de 1.500 kilos de Cuelgamuros que cubre el cadáver del dictador: convertir el Valle de los Caídos en un lugar de paz, y proteger a las víctimas de la Guerra del ultraje de estar enterradas en compañía del más cualificado protagonista de la contienda.

En la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, Carmen Calvo sintetizó la primera razón en una breve frase, «que el franquismo sea pasado». Puede estar tranquila la vicepresidenta, el franquismo ya hace mucho tiempo que forma parte del pasado político español, pero es muy difícil, por no decir imposible, mantener un monumento funerario en el Valle de los Caídos que no remita directamente al franquismo. El pasado, como la memoria, no es susceptible de modelarse por decisiones políticas del presente. La religiosidad del Valle de los Caídos no es un producto atemporal, manipulable; cualquier reforma por convertirlo en un espacio neutral es puro artificio. Pueden derribarse la Cruz y las esculturas del Valle de los Caídos, en un intento iconoclasta que remeda las actuaciones de los fundamentalistas de otras latitudes, que la atmósfera del lugar está impregnada de franquismo.

La segunda razón, también la invocó Carmen Calvo al decir que buscan «tratar con respeto a las víctimas de ambos bandos». En todos los cementerios del mundo están enterradas personas de las más diversas ideologías y trayectorias vitales. Asesinos y santos no interfieren en columbarios contiguos. Exhumados los restos de Franco, todo seguirá siendo lo que fue. Con una diferencia: la fijación por el dictador puede despertar la nostalgia por su figura en una democracia, como la española, que con la reconciliación nacional por bandera evitó, hasta ahora, el resurgir de la extrema derecha.

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por JUAN NEIRA

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