El pleno institucional de la Junta General del Principado, con motivo del Día de Asturias, fue un anticipo de lo que van a ser los debates parlamentarios en este curso. Todos los discursos están pensados en clave electoral. No importan tanto los problemas de Asturias como los intereses de los partidos. Si Mercedes Fernández habla de Cataluña, no es tanto para reforzar las posiciones constitucionalistas sino para meter el dedo en el ojo a Ciudadanos, asombrándose de que Inés Arrimadas, pese a ganar las elecciones, no se haya presentado a la investidura como candidata a la Presidencia de la Generalitat. Al criticar hay que tener mucho cuidado con los ejemplos que se ponen. Mariano Rajoy ganó las elecciones generales de 2015 y permitió que se agotara el plazo para investir presidente, tras los comicios, sin atreverse a ofrecerse para el cargo de presidente. Por culpa de su inhibición –¿cobardía?- fuimos los españoles convocados a las urnas a los cinco meses de haber votado.
El portavoz de Podemos, Enrique López, hizo toda su intervención en asturiano y propuso que la llingua fuera cooficial. En el partido morado consideran que con la bandera de la oficialidad pueden ganar un puñado de votos. Excepto PSOE e IU, el resto de grupos criticó a Pedro Sánchez con la descarbonización exprés y la financiación autonómica, como flancos hacia donde dirigir los ataques. Si un día se lleva al Congreso de los Diputados un plan concreto de descarbonización exprés, tengo muchas dudas sobre lo que votarán IU, Podemos, PSOE y Ciudadanos. Foro no tiene jefes en Madrid, así que hará lo mismo que en la Junta General del Principado, y el PP actuará como partido que lidera la oposición: al Gobierno ni agua. Con Pablo Casado no hay tanto margen para la componenda como con Soraya Sáenz de Santamaría o Dolores de Cospedal.
Para los asturianos y sus instituciones el sábado es una jornada especial. El triple centenario y la visita de la Princesa de Asturias, acompañada de los Reyes de España, hacen del Día de Asturias algo distinto a los anteriores años. Los grupos parlamentarios no están para esas consideraciones, les resulta prioritario decir alto y claro que su partido es el mejor y los competidores no valen para nada. En la publicidad política no caben las sutilezas, hay que darse autobombo y colgar una leyenda negra sobre la chepa de cada rival. Así se gana el aprecio de los electores. Si todo esto pasó en un pleno institucional qué nos aguardará en sesiones ordinarias.