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Juan Neira

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NUEVA IMAGEN, VIEJOS PROBLEMAS

Pedro Sánchez vino a Asturias a explicar los cien días del Gobierno socialista. El hecho de hacer el balance desde Oviedo y no desde Madrid, Valencia, Sevilla o Zaragoza, supone un reconocimiento del peso del ‘sanchismo’ en el PSOE asturiano y en la región. Tanto en las primarias nacionales (Sánchez, Susana Díaz, Patxi López), como en las regionales (Adrián Barbón, José María Pérez), la victoria de los ‘sanchistas’ sobre los oficialistas fue porcentualmente superior a la habida en el conjunto nacional.

El balance de los cien días realizado por el presidente del Gobierno fue claramente positivo, aunque lo más destacado de su alocución no estuvo en lo realizado sino en lo que piensa hacer con la vista puesta en el horizonte de 2030.

La justicia social parece que será su bandera para los próximos tiempos. Un principio general que se desarrollará a través de políticas específicas, como un plan de empleo juvenil, la reorientación de la educación hacia el conocimiento de las lenguas y la programación informática, y la ambiciosa meta de remediar «el agujero dejado por la derecha en la Seguridad Social».

A la Fiesta de la Rosa, marco en el que tuvo lugar la comparecencia de Pedro Sánchez, no pudo acudir Javier Fernández por problemas de agenda. A estas alturas está claro que la incompatibilidad de la agenda de Javier Fernández con la del presidente del Gobierno español es absoluta: cuando uno viene el otro va.

Estilo

Los cien días de Pedro Sánchez han estado presididos por una voluntad de cambio de estilo. Para significar un corte con la etapa anterior (Gobierno de Rajoy) es más eficaz la mudanza en las formas que en las políticas. La composición del Gobierno, con doble número de mujeres que de hombres, la bienvenida al buque ‘Aquarius’, junto con la apertura de las puertas de la Moncloa al presidente de la Generalitat, Quim Torra, hizo de parteaguas entre los dos gobiernos.

El cambio de estilo supuso una bocanada de aire fresco en una atmósfera que estaba viciada por los escándalos de corrupción y el fracaso de Rajoy en el conflicto catalán, con la pérdida de votos del PP en las elecciones a la Generalitat y el traspaso del problema a jueces y fiscales, como si el Gobierno no pudiera hacer otra cosa que aplicar nominalmente el artículo 155 de la Constitución, sin atreverse, luego, a desarrollarlo.

El cambio de formas, ligado a la ilusión de que con diálogo se puede remediar todo, trajo consigo el vuelco en las encuestas pasando el PSOE de tercer partido demoscópico a primero. En esa posición puede Pedro Sánchez disolver las cámaras en cualquier momento, con la certidumbre de que el abordaje de los problemas en la siguiente legislatura lo hará en una posición más ventajosa.

Hay otros dos avances que ha logrado Pedro Sánchez: subrayar el perfil de líder de izquierdas para recuperar los votos prestados a Podemos a través de actuaciones puramente gestuales como el traslado de los restos de Franco, y convertir en normal algo que es una anomalía, gobernar apoyado en grupos que desean abolir la Constitución y cambiar el mapa de España.

‘Indepes’

Ahora bien, el esmerado cambio de imagen no soluciona los problemas. El déficit de diputados (84 escaños) no le ha permitido hasta ahora aprobar ni siquiera el techo de gasto para 2019. En otras materias, el presidente tiró por la calle del medio gobernando a golpe de decreto-ley (nueve ocasiones), como si España hiciera frente a una emergencia.

La política de apaciguamiento con los independentistas (traslado de presos a cárceles catalanas, comisión bilateral con la Generalitat) no los ha ablandado. Pronto se va a ver con motivo de la manifestación de la Diada, el aniversario del referéndum del 1-O, y el juicio a los cabecillas de la rebelión. Su retorno a la vía autonomista está tan lejos como cuando gobernaba Rajoy.

Por último, está la maldita economía que se ha torcido este verano como la meteorología, con la destrucción de empleo, la disminución de turistas, el menor crecimiento del PIB, el batacazo de la Bolsa, el aumento del déficit de la Seguridad Social, la subida del precio de los hidrocarburos, la elevación del precio de la electricidad, el anuncio del cambio de política del Banco Central Europeo (se acaba el programa de compra de activos), la bajada de las exportaciones, etcétera.

Ni una sola de las medidas pactadas por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias está pensada para hacer frente a esos problemas. La justicia social no va a enderezar lo que decae. Una vez más se va a cumplir el dicho: cuando gobiernan los socialistas enferma la economía. Y añado yo, más aún cuando lo hacen los socialistas utópicos.

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por JUAN NEIRA

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