Pedro Sánchez manifiesta su apoyo a Dolores Delgado diciendo que los corruptos no le van a marcar la agenda al Gobierno. Se refiere al comisario José Manuel Villarejo que está en prisión. Está muy bien hacer declaraciones de principios, sobre todo si se realizan desde Nueva York, donde la presión política y mediática española llega amortiguada. La opinión pública está chamuscada de tantos desengaños con los políticos y no concede ningún margen a los que se pasan de la raya. Aunque las palabras grabadas hace años se hayan pronunciados en un ambiente de gran camaradería, lo que dice Dolores Delgado es la imagen opuesta del papel oficial que representa. La forma homófoba de referirse a Fernando Grande Marlaska o la desconfianza que le producen las mujeres en comparación con los hombres es algo difícil de asociar a una ministra que forma parte del Gobierno más feminista de Europa, por no decir del mundo.
Ahora bien, el relato sobre los magistrados del Tribunal Supremo (TS) y miembros del Ministerio Fiscal que estaban con menores de edad es un golpe definitivo. No puede estar al frente del Ministerio de Justicia una persona que hace ese tipo de comentarios sin haber presentado una denuncia oficial. Ante un asunto tan grave no cabe mirar para otro lado. O se denuncia o se incurre en maledicencia. Es como si Margarita Robles comentara a unos amigos que había visto a media docena de tenientes generales ligando con unas niñas. O da un paso al frente y presenta denuncia contra los uniformados o se arriesga a que la tachen de calumniadora. Aunque el asunto formara parte del pasado, perdería su cartera de ministra de Defensa.
La relación de Dolores Delgado con los magistrados del TS queda rota. El honor de los togados les impedirá olvidar el lance. Todo esto ocurre en un momento en que la confianza del TS en el Gobierno de España está bajo mínimos, tras la maniobra del Ministerio de Justicia intentando dejar sólo a Pablo Llarena ante la demanda de Carlos Puidemont. Los globos sondas sobre posibles indultos a los dirigentes independentistas, neutralizando la actuación del TS, también constituyen un jarro de agua fría. Con esos antecedentes, el relato de la ministra es la gota que desborda el vaso.
Pedro Sánchez cierra filas con Dolores Delgado, porque una tercera dimisión ministerial en cuatro meses arruinaría la imagen del Gobierno. No obstante, la última palabra la tiene Pablo Iglesias. Cuando se tienen 84 escaños la decisión la tienen los otros.