Continúa la crisis de ministros en el Gobierno de Pedro Sánchez. El primero en quedar fuera de juego fue Máxim Huerta, aquel ministro de Cultura y Deportes que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid había condenado por fraude fiscal y se vio en la obligación de desembolsar 365.000 euros para arreglar el desaguisado cometido en tres ejercicios fiscales. Cuando Pedro Sánchez le ofreció integrarse en el Ejecutivo, el avispado periodista silenció el borrón de su currículum. Luego vino Carmen Montón, meritoria ministra de Sanidad, con un máster posmoderno que incluía cambio de notas y plagio en el trabajo de fin de carrera. No todos somos iguales, por eso a ella le tocó irse para casa. Al empezar esta semana conocimos el affaire de las grabaciones del ex comisario José Manuel Villarejo, con Dolores Delgado de estrella invitada llamando «maricón» al ministro de Interior, mostrando preferencia por los hombres en los trabajos, y contando una espectacular historia sobre magistrados del Tribunal Supremo que ligan con menores. Lo nunca visto. Pese a ello, Dolores Delgado pretende seguir siendo ministra de Justicia. Será por lo bien que le cae a los togados.
Por si todo esto no ocasionara suficiente quebranto al Ejecutivo, salta la sorpresa con el más aseado de los ministros, Pedro Duque, que constituyó una sociedad instrumental de las que crea la gente con un cierto patrimonio para pagar menos a Hacienda. El astronauta compareció ante los medios para levantar testimonio en su contra, al declarar que pagaba un alquiler a la sociedad instrumental a la que había transferido su patrimonio inmobiliario, y resulta que no le había aportado ni un euro. Unas horas más tarde, todos los periódicos ponían en mayúsculas el embuste. Si un ministro es cazado en una mentira flagrante debe dimitir, máxime si se trata de asuntos de dinero. Delgado faltó a la verdad reiteradamente y Duque, en su ingenuidad, creyó que lo suyo no pasaba de ser una mentira piadosa.
Pedro Sánchez prolonga su estancia al otro lado del charco. Los asesores se afanan en proteger la imagen del presidente. El Gobierno más feminista de la historia, lleno de grandes currículos profesionales, hace agua por el lado de los avatares vividos por esos competentes profesionales. Pedro Sánchez dejó a un lado al aparato del partido, con la excepción de José Luis Ábalos, para repartir las carteras ministeriales y no reparó que en el Gobierno solo debe haber políticos. Sobran los amateur.