En cuatro meses de mandato el Gobierno socialista ha dado dos disgustos a los asturianos. El primero fue la descarbonización exprés. Nombrar ministra de la transición ecológica a una persona tan ideologizada como Teresa Ribera, dispuesta a hacer coincidir el cierre de las térmicas de carbón con el apagón de las centrales nucleares, ha encendido las alarmas en los centros de poder de la región.
Pedro Sánchez en ningún momento la ha desautorizado, lo que hace pensar que el presidente y la ministra están más interesados en negociar con las instituciones y los agentes sociales un plan de medidas paliativas que en moderar el ritmo de adaptación del mix energético a las previsiones de la Comisión Europea.
Hay que recordar que en Europa hay cientos de térmicas de carbón, quince de ellas están en España, cuatro de las cuales se encuentran ubicadas en Asturias. En Alemania o Polonia, países en los que el carbón es el principal input energético, barajan planes de sustitución de las térmicas en el medio y largo plazo, pero Ribera prefiere cerrarlas hoy que mañana. Asegura que sobran, que es absurdo seguir alimentándolas, mientras que los clientes de las térmicas –las industrias asturianas– se ponen a temblar cuando oyen hablar de cierre acelerado.
Bestia negra
Hace un año, para Asturias la bestia negra de la descarbonización exprés era Iberdrola, con su firme voluntad de cerrar las plantas de Lada y Velilla (Palencia). Ahora ha tomado el relevo Ribera con su pretensión de cerrarlas todas sin reparar en las costosas inversiones que hicieron algunas térmicas para adaptarse a las nuevas normas medioambientales. A modo de ejemplo se puede citar que EdP ha invertido más de 200 millones de euros en medidas medioambientales en sus centrales de Aboño y Soto de Ribera a lo largo de los últimos diez años.
Temo que el cierre de filas asturiano contra la descarbonización exprés no sirva para nada porque se enfrenta a enemigos muy poderosos: la opinión pública española está seducida por el mantra de las energías limpias y en las instituciones la suma de PSOE, Podemos, IU y Ciudadanos conforma una mayoría parlamentaria absoluta. En Madrid hay un cuatripartito dispuesto a cerrar inmediatamente todas las térmicas. Hay veces que la ignorancia hace más daño que la maldad.
El segundo disgusto llegó en el mes de septiembre, cuando nos percatamos de que el Ministerio de Fomento va a revisar, a la baja, los proyectos existentes para las infraestructuras asturianas. En el caso del plan para las redes de cercanías ferroviarias –las más usadas por las capas populares de la población– se va a licitar un estudio informativo sobre los problemas que hay y las alternativas que se deben implementar. Dicho de otra manera, se borra el trabajo realizado por el equipo de Íñigo de la Serna y se empieza uno nuevo.
Ábalos
En el plan de vías de Gijón se retrotrae el debate a la localización de la estación intermodal. Parece que en esta cuestión el ministro Ábalos se va a inspirar en las intervenciones del portavoz socialista gijonés, José María Pérez. Estamos ante una ola de revisionismo que utiliza como herramienta el planeamiento como venganza.
En cuanto a la variante de Pajares, los túneles son ya una realidad incontestable, así que el nuevo equipo de Fomento solo puede enredar con los trenes, y por eso se acogen al periodo de pruebas del paso de los convoyes por la vía para no comprometerse a dar una fecha de inauguración de la variante. En Granada han presentado el calendario de pruebas con fecha de finalización incluida.
El heraldo de la decepción fue el secretario general de Infraestructuras, José Javier Izquierdo, que dejó fama en Asturias cuando al frente de la dirección general del ramo, en el Gobierno de Areces, elaboró un reglamento tortuoso sobre la legislación urbanística autonómica que trajo de cabeza a todos los agentes que operaban en el sector.
Diez años más tarde lo mandan desde Madrid con el cometido de echar un jarro de agua fría sobre las expectativas de los asturianos.
No es normal que un Gobierno en permanente campaña de imagen, como es el de Pedro Sánchez, se empeñe en dar disgustos a los habitantes de esta región.
Aquí hay algo más que el afán por desandar los pasos dados por el Gobierno de Rajoy. En Asturias se dan unas circunstancias particulares que no existen en otras comunidades autónomas, como es la incomunicación entre el presidente del Principado y el presidente del Gobierno de España. En Andalucía, Susana Díaz se entrevista con Pedro Sánchez para tratar todo tipo de cuestiones, pero en Asturias no ocurre lo mismo.
Hay una total falta de comunicación. La ausencia de relaciones perjudica a la región. Basta ver las penalidades que soporta Fernando Lastra, consejero de Infraestructuras, tratando de convencer al Ministerio de Fomento (otra vez Ábalos) de que pague facturas de la Zalia que solo representan calderilla en la cartera del ministro.
Dentro de la variedad del mapa autonómico, sólo a los asturianos nos pasan estas cosas. Tras muchos años de seguir la política es la primera vez que veo cómo el orgullo personal es fuente de perjuicios colectivos.