>

Blogs

Juan Neira

LARGO DE CAFE

EL RESURGIR DE LA EXTREMA DERECHA

La primera certeza del curso electoral que nos espera es la convocatoria a las urnas en Andalucía el 2 de diciembre. El resultado de esos comicios influirá en los posteriores acontecimientos. Veinticuatro horas antes de que Susana Díaz desvelara sus intenciones, tenía lugar el primer acto preelectoral de masas, con Vox de protagonista, en el palacio Vistalegre de la capital.

El lugar escogido para hacer la demostración de fuerza estaba cargado de simbolismo, ya que es el escenario donde Podemos celebró sus dos asambleas (congresos). Acudieron 10.000 personas a la cita de Vox, lo que fue interpretado por todos los observadores como la puesta de largo de la extrema derecha en España.

Los tres grupos de la izquierda (PSOE, Podemos, IU) han recibido la noticia con una mezcla de extrañeza y rechazo, mientras el centro-derecha (PP y Ciudadanos) tiene razones específicas para estar preocupado por la competencia directa en el reparto de escaños.

No puede extrañar el desenfoque de los políticos ante la aparición de Vox, porque en término generales el análisis sobre la derecha en España está cargado de prejuicios.

Cuando Pablo Casado ganó el congreso del PP, Pablo Echenique dijo que España era el único país que tenía tres partidos de extrema derecha: Ciudadanos, PP y Vox. Si fuera cierto lo que afirmaba el siempre preclaro portavoz de Podemos, España sería una excepción en el mundo democrático: mucha extrema derecha y ninguna derecha convencional o moderada. Un mapa absurdo que sólo existe en la mente de Echenique.

Gracias a la doble vara de medir, si alguien habla de la patria o agita la bandera nacional, es tachado de fascista, mientras que si hace lo contrario es visto como un demócrata crispado, susceptible de sosegarse por la vía del diálogo.

Para objetivar el fenómeno de la extrema derecha es oportuno recordar que está presente en 17 de los parlamentos europeos y participa en los gobiernos –o tiene acuerdos con ellos–, de Austria, Bélgica, Finlandia, Dinamarca, Hungría, Polonia y Letonia. Podemos concluir que la inexistencia de la extrema derecha, a nivel institucional, es una particularidad del sistema político español.

Fraga

No siempre fue así. Nada más aprobarse la Constitución, en las elecciones generales del 1 de marzo de 1979, la candidatura de Unidad Nacional, liderada por Blas Piñar, recibió 378.000 votos, logrando un escaño. Muchos más votos que los sacados por el PNV, que obtuvo siete escaños, y más del doble de los sufragios recibidos por Herri Batasuna, que logró tres diputados.

¿Por qué desapareció la extrema derecha de las instituciones españolas, cuando en países tan cultos, finos y humanistas como Finlandia, Dinamarca, Francia u Holanda, forma parte del paisaje político cotidiano?

Sólo hay una razón y se llama Fraga Iribarne. El primer ministro del Interior de la Monarquía es el responsable de que a la derecha española no se le haya desgajado del tronco una rama radical.

Fraga era un acendrado conservador, reconocible por sus discursos y ademanes, pero a la vez era un hombre muy leído y viajado, sabedor de que la democracia en España no tenía alternativa.

Lo votaba la gente de la derecha más autoritaria y aquellos otros pragmáticos que veían en su partido la única alternativa al PSOE. Pero lo importante es que con su estilo clásico, fiel a los principios, pilotó la transición desde los 16 escaños de Alianza Popular –15 de junio de 1977– hasta ser alternativa de gobierno, sin que le brotara una alternativa a su derecha.

Rajoy

¿Por qué, ahora, emerge Vox con fuerza? La respuesta también es sencilla: por la calamitosa gestión de Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría en la crisis catalana. La inanidad del Gobierno del PP, dejando la defensa del Estado, exclusivamente, en manos de jueces y fiscales; el fracaso ante el referéndum ilegal: tras haber declarado repetidamente que no habría urnas, se encontraron con más de mil en las mesas; y la forma timorata de aplicar el artículo 155 de la Constitución, convirtiéndolo en un simple vehículo para convocar elecciones, han hecho que un sector de la sociedad se sienta decepcionado y preste oídos a Vox. La extrema derecha crece cuando la derecha no responde a las necesidades del electorado conservador.

La suerte de Vox está ligada al curso que siga la crisis catalana. Si se rebaja la tensión y se alcanza alguna forma de acuerdo, Vox se quedará sin el principal argumento. Si la locura del ‘procés’ ahonda en el disparate, Vox tendrá cada vez mayor predicamento. Si en otros países europeos, la inmigración despierta un reflejo defensivo que propicia el voto a la extrema derecha, en nuestro país, el cuestionamiento de la unidad de España es el gran argumento para buscar amparo más allá del PP.

En la actual coyuntura, Vox ha encontrado un paradójico socio que le ayuda a crecer: la obsesión de la izquierda gobernante o cogobernante (Podemos, IU) por hurgar en la herida de la guerra civil que había cicatrizado con la política de la reconciliación nacional.

Abrir la tumba de Franco y organizar un recorrido itinerante con sus restos, cuya primera estación es la Almudena, sólo servirá para que el partido de Santiago Abascal tenga más adeptos.

Temas

por JUAN NEIRA

Sobre el autor