En la primera frase del discurso, Javier Fernández tuvo el acierto de citar la lucha de los trabajadores de Alcoa, tema candente de la actualidad. El presidente realizó una exposición ágil, dejando ángulos abiertos para la discusión.
Ofreció una interpretación de la actual coyuntura asturiana que no es la que más se escucha en la calle, pero el divorcio entre instituciones y público no es algo que se haya inventado Javier Fernández.
Tuvo el buen gusto de no salpicar todo el discurso de cifras, pero cuando hubo que ponerlas se agarró al sorprendente dato del PIB de 2017, cuando Asturias se situó a la cabeza del crecimiento económico tras años, lustros y décadas de ir al fondo del pelotón autonómico.
Subrayó la caída persistente del paro, sin hacer mención a la anomalía del mercado laboral asturiano, al ser la única comunidad autónoma en que baja el paro, pero también desciende el número de trabajadores ocupados.
El pasado 30 de junio, Asturias tenía 6.700 ocupados menos que un año antes, pese al descenso del número de parados. Esto no ocurre en ninguna otra región.
Servicios públicos
Javier Fernández señaló que tenemos dos problemas: el declive demográfico y la baja población activa. Con su permiso, casi nos atrevemos a refundirlos en uno solo enunciado, poco científico pero muy fácil de recordar: cada vez hay más viejos y menos jóvenes.
Recordó que su Gobierno confeccionó un plan demográfico que está atascado en el Parlamento desde marzo. Un dato más sobre cómo funciona la Cámara. En cualquier caso, es un plan que no contempla ayudas económicas directas por cada hijo que tengan las parejas. Sin ese tipo de incentivos, que existen en la mayoría de los países europeos, no será posible invertir la tendencia.
El presidente volvió a sacar pecho por el nivel de servicios públicos que hay en Asturias. El sistema es el mismo en toda España, pero unas regiones tienen más o mejores equipamientos que otras. Asturias está por encima de la media.
Sobre la sanidad, afirmó que el 84% de los asturianos considera que funciona bien o muy bien. Las valoraciones son muy interesantes porque los usuarios son los votantes, pero más importancia tienen, aún, los datos: las listas de espera de los pacientes están peor que en 2012, cuando los socialistas retornaron al poder.
En la educación puso el énfasis en el bajo índice de fracaso escolar y el alto nivel de titulaciones. Son ratios que se mantienen en el tiempo y se convierten en rasgos estructurales del sistema asturiano. Francamente positivos.
A mi entender, el talón de Aquiles de la educación asturiana está en los resultados del Informe Pisa. Es el único control externo al sistema y tiene una autoridad indiscutible.
En el último informe, correspondiente al año 2015, entre las 17 comunidades autónomas, los alumnos asturianos quedaban en 9º lugar en matemáticas y en 10º puesto en comprensión lectora. En ciencias se situaba en séptimo lugar. Un balance global muy discreto, por no calificarlo de preocupante, dado el retroceso experimentado desde el anterior informe de 2012.
Javier Fernández relacionó el alto nivel de los servicios públicos con el sesgo ideológico de izquierdas del Gobierno asturiano. Históricamente es así, la izquierda fue más sensible hacia la educación o sanidad pública. Pero esa correlación entre servicios públicos y gestión de izquierdas hace mucho que no se cumple.
En España, la mejor Educación pública está en Castilla y León, feudo del PP, y los mejores servicios públicos, contemplados globalmente, en el País Vasco, la tierra del PNV. En Asturias, el Ayuntamiento de Gijón, gobernado por Foro, es el que más gasta en servicios sociales, con gran diferencia. Por cierto, porcentualmente, es el que menos recibe del Principado, entre los grandes consistorios.
Balance
Javier Fernández realizó una exposición inteligente, sin mostrar aristas, salvo al referirse al balance político, donde se dejó llevar por la pasión al analizar la falta de acuerdos de la izquierda.
Excluyó de responsabilidad a IU y a los agentes sociales, incluyendo a la patronal, que no sé qué pinta en el desacuerdo de la izquierda. Y culpabilizó, enteramente, a Podemos.
Podemos jugó un papel activo en la disputa de la izquierda, ya que fue muy insumiso, comparado con el papel comprensivo de IU que dio el visto bueno al último presupuesto socialista sin cambiar una cifra.
Ahora bien, las responsabilidades están repartidas. El PSOE tiene 14 escaños y Javier Fernández abordó las negociaciones con el mismo espíritu de hace diez años. En aquella época los socialistas contaban con 21 o 22 escaños y Javier Fernández, como secretario general de la FSA, negociaba los presupuestos con IU desde la dialéctica de ‘lo tomas o lo dejas’. Ahora cambió la correlación de fuerzas en la izquierda y no es posible seguir con la misma táctica.
Es muy ilustrativo comparar las sensibles cesiones que le hizo Pedro Sánchez a Pablo Iglesias sobre el proyecto de presupuestos del Estado de 2018, con la rigidez de Dolores Carcedo en la negociación con Podemos.
No había dinero para implantar la red de cero a tres años, en Asturias, y va Sánchez y la convierte en prestación universal en España. Seguro que en el debate parlamentario saldrán a la palestra estas contradicciones entre la izquierda.