El área metropolitana asturiana, un asunto que había quedado reducido al ámbito de los trabajos fin de máster, fue puesto en la agenda política por Javier Fernández, deseoso de cerrar de una vez el famoso ‘ocho asturiano’, como legado de su mandato.
Sin una cierta edad y una dosis de nostalgia no se puede acometer un proyecto que estaba en la mesa de los políticos de otra época, allá por los años sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado. El asunto perdió fuerza en la década de los noventa, y en el siglo XXI quedó convertido en recuerdo
Ahora, cuando se encara la última recta de la legislatura, el consejero de Infraestructuras, Fernando Lastra –el único político de talla del Gobierno regional–, se afana en rematar el encargo del jefe. El expediente llegó a sus manos lleno de enmiendas y envuelto en recelos, tras haber sido gestionado por su antecesora, Belén Fernández.
Urbanizable
La exconsejera abordó el asunto con gran sigilo, con la colaboración de uno o dos funcionarios. El proyecto fue presentado, sin previo aviso, en un acto que parecía una reunión interna del Partido Socialista.
Una rápida lectura del documento presentado permitía concluir que se trataba de 200 páginas destinadas a envolver un deseo: la prohibición de calificar más suelo urbanizable. Quedaba prohibido para los ayuntamientos extender las ciudades.
Alcaldes y concejales reaccionaron con hostilidad y el Principado dio un paso atrás, porque en caso de conflicto los ciudadanos son más fieles a su alcalde o alcaldesa que al presidente de la región.
Lastra llegó a la primera cita con los alcaldes convencido de la necesidad de rebajar el proyecto para sacarlo adelante. Con Belén Fernández, el área metropolitana abarcaba 29 ayuntamientos, mientras que Lastra se conformó con Gijón, Oviedo, Avilés, Siero, Langreo y Mieres. Su propuesta era completamente flexible, lo que dijeran los alcaldes lo compraba: un regidor planteó la conveniencia de incluir en las reuniones a algún ayuntamiento de las alas y no se negó.
Descartada la idea de articular el área central sobre la idea de vetar los suelos urbanizables, se planteó cuál sería el argumento sustitutivo que permitiera definir la acción sobre el nuevo territorio.
Movilidad
Un alcalde, excelente persona, señaló que como todas las personas nos movemos, sería bueno que el eje del área central fuera la movilidad. Dicho y hecho. Si el mismo regidor hubiera reparado en que todos comemos, podría haber hecho de la alimentación el arma para reordenar el área central.
Apostar por la movilidad, como idea fuerza, es un tanto sorprendente cuando ya hay un consorcio del transporte en funcionamiento. Quedó claro que el objetivo es poder presentar en sociedad el ente metropolitano, dejando la utilidad del invento en segundo plano.
El alcalde de Mieres, que en más de una ocasión advirtió de que él no iba a las reuniones a perder el tiempo, dejó de asistir en protesta porque el Ayuntamiento de Gijón quería ubicar en su campus el grado sobre Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, pretensión que también albergaba Mieres.
Un conflicto territorial que nadie sabe resolver en Asturias, mientras la Universidad de Oviedo deja pasar el tiempo para enfriar el problema.
Con área metropolitana o sin ella, la pugna de Gijón y Mieres va camino de resolverse por el método de Salomón, cortando en dos el objeto de la disputa: repartiendo entre ambos las clases, las prácticas, las tutorías, el profesorado, etcétera. Un modelo de localización muy barato y funcional, que no va a ser nada engorroso para los alumnos.
Hasta aquí es todo anecdótico y un tanto humorístico, pero ahora viene la parte seria.
Peligro
Antes de acabar el año, Fernando Lastra quiere que los ayuntamientos firmen un convenio donde consta la estructura del área metropolitana, con un consejo territorial, como órgano decisorio, y un órgano técnico para asesorar y hacer propuestas.
El consejero llevó todo hasta ahora como si fuera una reunión de amigos, pero cuando se constituye un ente (área metropolitana, mancomunidad, consorcio, etcétera) las decisiones son vinculantes y tienen que quedar muy bien definidos los límites competenciales de ese órgano para que no se pase de tomar decisiones inocuas sobre la movilidad a vetar el suelo urbanizable de un ayuntamiento.
El área metropolitana tiene visos de ser aprobada, porque los ayuntamientos de Oviedo, Avilés y Siero están cohesionados por la lógica partidaria (PSOE), y el Ayuntamiento de Gijón tiene un pacto tácito con el consejero: nosotros nos integramos en el área metropolitana y tú nos garantizas que la Cuota nos aprueba el Plan de Urbanismo. Los ayuntamientos de Mieres y Langreo, gobernados por IU, tienen las manos libres.
El área metropolitana asturiana es distinta a todas las conocidas, se trata de un territorio de ciudades dispersas jerarquizadas por el Principado. Nada que ver con el área de Barcelona, donde no se puede distinguir Hospitalet de la capital. El liderazgo del Principado puede originar problemas, como los tuvo el Ayuntamiento de Gijón en Cogersa.
Si hubiera una ciudad líder, al último asturiano al que se le ocurriría formar un ente con el área central sería al presidente del Principado, porque nadie busca rivales voluntariamente.