La renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), el órgano de gobierno de los jueces que entiende de nombramientos, ascensos, inspección de juzgados, cuestiones de disciplina, etc., ha puesto de manifiesto el nivel de perversión al que se ha llegado en la vida política. En principio, el CGPJ existe para proteger a los jueces de las veleidades del Gobierno. Sin embargo, con el transcurso de los años, el CGPJ se ha convertido en brazo ejecutor de los partidos políticos. Hace unos días, transcendió que PSOE y PP negociaban la renovación del órgano de gobierno de los jueces. Lo hacían en calidad de partidos parlamentarios mayoritarios. Como los veinte vocales que integran el CGPJ son elegidos por el Congreso de los Diputados y por el Senado, una alianza PSOE-PP, con holgada mayoría en las dos cámaras, decide la formación del órgano de los jueces. Pues bien, antes de haber sido elegidos los vocales, ya se filtró que el presidente de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo, Manuel Marchena, va a ser el presidente del CGPJ. Por ley, la elección corresponde a los vocales y, sin embargo, antes de ser nombrados, se conoce quien va a presidir el órgano.
No es ya que el CGPJ esté politizado, es que está totalmente subordinado a los partidos políticos. Hasta tal punto es así que los jefes de los jueces (partidos) dan por descontado que los nuevos vocales van a aceptar como presidente a la persona elegida por PP y PSOE. Van a obedecer votando el nombre que les imponen. Hablar de vocales progresistas o conservadores es una forma benévola de expresarse, derivada de su pertenencia a las asociaciones judiciales, porque hemos llegado a un nivel de degradación que habría que hablar de vocales socialistas o populares. El asunto es tan grave que en los medios, al analizar la actualidad judicial, se da por supuesto que es más independiente un juez de instrucción que un miembro del Supremo.
Pablo Iglesias, tan sensible como es a cualquier resorte de poder, pidió entrar en la negociación del bipartito, reclamando la cuota de vocales que le corresponde a Podemos. No hace falta que vuelva Alfonso Guerra, porque la separación de poderes es una entelequia. Sin un poder judicial plenamente independiente la calidad de nuestro sistema democrático se resiente. Sánchez había prometido un CGPJ independiente del Gobierno, y ha actuado en dirección contraria. Volvamos a la ley de 1980 y que la mayoría de los vocales del CGPJ sean elegidos por los propios jueces.