DE MAL EN PEOR
Ayer se volvió a vivir otra jornada aciaga para el prestigio de las instituciones del Estado. En el terreno judicial, los tres partidos que habían presentado candidatos para la Presidencia y las vocalías del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) han retirado los nombres explicitados. En el pacto participaron PSOE y PP, como vienen haciendo desde 1985, pero luego Podemos hizo su particular propuesta. Hasta la próxima legislatura no se va a renovar el órgano de gobierno de los jueces, que seguirá presidido por Carlos Lesmes, al igual que el Tribunal Supremo (TS). La imagen del magistrado quedó muy dañada tras la sentencia de las hipotecas, pero tendrá que mantenerse en el puesto a pesar de que vienen tiempos difíciles para el TS. Al parecer, los grupos políticos mayoritarios consideran que no se dan las condiciones para que el Congreso de los Diputados y el Senado escojan a los vocales del CGPJ. La capacidad de diálogo entre los distintos grupos parlamentarios está bajo mínimos. El incidente más desagradable del día se vivió en el Congreso de los Diputados con la enésima salida de tono de Gabriel Rufián. El diputado de ERC se hizo famoso en toda España por protagonizar una larga serie de gamberradas parlamentarias. Un tipo joven, con cara de eterno adolescente, que utiliza como carta de presentación la ausencia de educación.
Hacía doce años que la Presidencia del Congreso de los Diputados no expulsaba del pleno a un diputado. Con insultos y gestos, Rufián se ganó a pulso la tarjeta roja que le enseñó Ana Pastor. El resto de diputados de Esquerra se solidarizaron con el chico y abandonaron la Cámara. Al pasar delante del banco azul, un colega de Rufián, Jordi Salvador, hizo un gesto extraño (infló los papos e hizo un ruido con la boca) mirando a Borrell y el ministro de Asuntos Exteriores dijo a la Cámara que le había escupido. Dudo que haya ensalivado al ministro, pero amagó con hacerlo. Cada día que pasa se degradan más las instituciones. En cuarenta y un años de parlamentarismo, jamás había ocurrido un incidente tan soez.
Hay un clima de enfrentamiento entre diputados y partidos que no tiene precedentes. Las actuaciones irresponsables se suceden como si se tratara de un juego y estamos entrando en un terreno peligroso. La legislatura no da más de sí. Las cuestiones importantes se sustituyen por gestos para la galería: mientras se discutía sobre el escupitajo en el Congreso, en el Senado realizaba una condena solemne del franquismo.