Los grandes números del proyecto de presupuestos para 2019 confirman los rasgos estructurales de las cuentas asturianas. El presupuesto crece hasta los 4.524 millones de euros. La suma de recursos casi establece un nuevo récord, producto de una recaudación tributaria que está en los niveles previos a la crisis económica. El gasto social se eleva a los 3.081 millones; el 68% de las cuentas.
Desde hace una docena de años, el gasto social se mueve entre el 66% y el 68%, así que está en máximos históricos. Dentro del gasto social destaca, una vez más, los recursos asignados a la sanidad, con 1.761 millones, 50 más que hace un año. La gestión de la sanidad lastra las cuentas de todos los gobiernos regionales; algún día habrá que hacer alguna consideración general sobre su financiación. Las cifras expansivas del presupuesto, del gasto social y del gasto sanitario encuentran su contrapunto en la inversión productiva que mengua en 17 millones, cuando ya la cantidad del pasado año era muy pequeña. Desde el inicio de la crisis económica, la inversión productiva es la pariente pobre de los presupuestos, lo que significa, de alguna manera, poner delante el carro de los bueyes, ya que sin generar riqueza y empleo el sostenimiento del gasto social no es posible. Todo lo dicho es muy conocido, como corresponde a unos presupuestos marcadamente continuistas.
El proyecto de presupuestos pactado y el borrador de Dolores Carcedo se parecen como dos gotas de agua, lo que demuestra que las aportaciones realizadas por Podemos e IU al mismo tienen un carácter anecdótico. Desde la primera conversación con el Gobierno, IU planteó la elevación del impuesto sobre las hipotecas. Dejando a un lado aportaciones de menor importancia, el cambio en el gravamen sobre las hipotecas ha sido su principal aportación. Gaspar Llamazares nunca planteó la negociación presupuestaria como un trágala para el Gobierno, ya que el objetivo estratégico de IU pasaba, y pasa, por consolidar la alianza de izquierdas con unas cuentas de contenido social. A lo largo de toda la legislatura Podemos jugó la baza opuesta, tratando de forzar los límites presupuestarios del Gobierno socialista. De ahí que nunca hubo acuerdo. En esta ocasión, su objetivo era distinto y discreto: evitar quedar aislados. En la última ronda negociadora, cuando tocaba forzar a los negociadores socialistas, se conformaron con que la matrícula universitaria se rebajara otro 5%. Bienvenidos a la casa común.