A nadie puede causar extrañeza que haya más afinidad entre la Fade y el PP que entre la patronal y la izquierda. Especialmente, en materia tributaria.

Ahora bien, si hablamos de política presupuestaria, en sentido amplio, es más difícil sacar conclusiones rotundas. Comprendo que a unos pocos meses de acudir a las urnas, todos los partidos tengan interés por diferenciarse de sus competidores. Los grupos de izquierda presumiendo de ser muy de izquierdas y abominando de la derecha, y viceversa. Pero basta echar una mirada a los últimos años para comprobar que no hay dos bandos, porque los presupuestos aprobados por PSOE y PP se parecen muchísimo a los elaborados por los grupos de izquierda. La diferencia estriba en que cuando los pacta el bipartidismo se dice que las cuentas responden a los intereses de Asturias y cuando lo hace la izquierda se habla de presupuestos radicales. Lo que define el carácter de los presupuestos no está en las pequeñas subidas o bajadas de un impuesto concreto, sino en apostar por financiar el gasto corriente o adelgazar la Administración y liberar recursos para reactivar la economía. El PP no tuvo empacho en consensuar el creciente gasto corriente y no se le cayeron los aros por dar el visto bueno a unos presupuestos con un nivel de inversión bajo mínimos. El plan de la Fade es una alternativa al statu quo regional.