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Juan Neira

LARGO DE CAFE

EL VIAJE A CATALUÑA

Nuevo capítulo de la larga crisis del ‘procés’. El Gobierno de Pedro Sánchez dio un paso más en su política de apaciguamiento. El Ejecutivo se trasladó a Barcelona para hacer más concesiones, simular avances en la solución del conflicto y deshacerse en lisonjas. Quim Torra impuso la forma de interlocución entre los dos gobiernos: reunión de presidentes y encuentro entre ministros y consejeros. Ya tiene la Generalitat un modelo de relación oficial con España para el día que sean independientes. La cumbre entre presidentes dio paso a un comunicado que no tiene desperdicio donde se acuerda potenciar el diálogo para alcanzar una fórmula que responda a las demandas catalanas en un marco de seguridad jurídica. En ningún momento se alude a la necesidad de que las instituciones catalanas retornen a la legalidad constitucional. La coletilla de la seguridad jurídica es una referencia vacía, porque con las leyes de transición aprobadas por el Parlament, en septiembre de 2017, han creado una legalidad paralela en la que encaja su propuesta de república independiente.

Tras la sumisión institucional del jueves, llegó la ducha fría del viernes con la reunión del Consejo de Ministros en el centro de Barcelona protegida por 10.000 agentes de la Policía para hacer frente a los ataques de los comités de defensa de la república. La reunión duró dos horas, el tiempo justo para preparar los presentes que ofrece el Gobierno socialista al independentismo catalán: invertir cien millones en infraestructuras, revocar la sentencia que condenó a pena de muerte a Lluís Comanys en 1940, y poner al aeropuerto de Barcelona bajo la advocación del nacionalismo (Josep Tarradellas). Oro, incienso y mirra. Los portavoces del Govern recibieron con desaires y desprecios los regalos del Gobierno («para cambiar el nombre del aeropuerto no hace falta venir a Barcelona»).

En la epidermis de la agenda política continúa el esperpento. Primero fue Franco, ahora es Companys. El Gobierno de Sánchez va a ir reactualizando a todas las figuras de los años treinta del siglo pasado. La izquierda retórica considera imprescindible rumiar el pasado lejano como forma de orientar el presente. Que Santa Lucía les conserve la vista. Hay observadores que ven el viaje a Barcelona como un esfuerzo para aprobar los presupuestos del Estado. No lo creo. Detrás de todo esto hay un proyecto estratégico que no aflorará hasta que se juzgue y sentencie a los presuntos rebeldes.

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por JUAN NEIRA

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