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Juan Neira

LARGO DE CAFE

ENSEÑANZAS DE ARECES

La despedida de Álvarez Areces evidencia su condición de político de masas. Apreciado de verdad por personas de distintas clases sociales y diversas ideologías. No todos los que sienten pesar por su muerte votan socialista. Si se me permite una precisión, diré que hablando de votar, hay gente que sólo lo hizo por el PSOE cuando la lista de candidatos empezaba por su nombre. Para que se dé esa circunstancia tienen que concurrir dos condiciones: liderazgo indiscutible y hacer cosas visibles para todos. Cuando alguien apuesta por la ampliación de El Musel, por la creación del Parque Científico y Tecnológico, el Palacio de Deportes y la construcción de un barrio modélico, como Moreda, no es extraño que reciba el apoyo de personas con una ideología distinta a la suya. ¿Cómo no iban a votar los avilesinos a Areces cuando contactó con Óscar Niemeyer, allanó las dificultades y financió la construcción de un centro de cultura y arte que elevó la autoestima del vecindario y abrió nuevas expectativas para Avilés? La gente sabe valorar cuándo un gobernante logra objetivos tangibles.

Como Álvarez Areces estuvo un cuarto de siglo en puestos de máxima responsabilidad en nuestra región (doce de alcalde de la mayor ciudad de Asturias y otros doce de presidente del Principado), se pueden extraer algunas enseñanzas de su recorrido como gobernante. Tanto en el Ayuntamiento de Gijón, como en el Principado, sus mayores dificultades provinieron del aparato de su partido. La crisis de la Ley de Cajas es bien conocida por todos. Repasar alguna intervención parlamentaria de portavoces del PSOE en aquella época todavía sonroja. En Gijón, el problema no fue tan grave, ni llegó a la opinión pública, pero en algún momento Álvarez Areces meditó sobre la conveniencia de presentarse a la Secretaría General de la agrupación. Resulta irritante que gente sin mandato popular ponga palos en las ruedas a la gestión que hacen los elegidos por los ciudadanos. Basta recordar lo que sucedió con Sergio Marqués o con alguna alcaldesa de un gran municipio que tuvo a toda la dirección local haciéndole la vida imposible. En Asturias hay que rebajar el poder de los aparatos partidarios. Por ejemplo, sería bueno acabar con el modelo de la bicefalia, porque aunque haya una relación fluida entre el jefe del partido y el jefe de gobierno sólo sirve para retardar las decisiones, ya que se necesita una doble autorización. La experiencia de Areces, por larga y fecunda, aporta más enseñanzas.

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por JUAN NEIRA

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