En la estrategia de Pedro Sánchez, las elecciones andaluzas del pasado 2 de diciembre constituían una pieza clave para reforzar su posición al frente del Gobierno. En la campaña manifestó, «el tren de las victorias socialistas tiene su primera parada en Andalucía y la segunda en las elecciones municipales y autonómicas de mayo». La vicepresidenta, Carmen Calvo insistió, «la victoria será un gran mensaje para el resto de España».
Habiendo llegado a la Moncloa a través de una moción de censura, cualquier triunfo en las urnas del PSOE debía ser capitalizado desde la Moncloa.
Ni las encuestas del CIS de Félix Tezanos (pronosticaban 47 escaños para el PSOE y 1 para Vox, y de las urnas salieron 33 diputados socialistas y 12 del partido de Abascal) ni los sondeos internos alertaban del profundo cambio del mapa electoral, así que el lunes 3 de diciembre fue un día de reflexión y cambio de estrategia.
Los ejes
Para pasar página, desde la Moncloa se optó por tomar la iniciativa con un plan arriesgado que pivotaba sobre dos ejes: reactivar el proyecto de Presupuestos Generales del Estado y consensuar con los independentistas un protocolo de negociación para acordar una salida al laberinto catalán.
Los dos ejes estaban relacionados: el sí de los independentistas a las cuentas del Estado estaría condicionado al consenso sobre el plan para Cataluña.
El Ejecutivo se puso manos a la obra y lo primero que hizo fue elevar en un 66% las inversiones en Cataluña para que a los diputados nacionalistas se les nublara la vista al ver tanto dinero destinado a su país.
Antes de las vacaciones de Navidad remitió un documento al ‘Govern’ en el que se detallaba la hoja de ruta de la negociación sobre Cataluña, con la figura del coordinador incluida (más tarde lo llamaría «relator» para rebajar su importancia), pero sin aludir al referéndum de autodeterminación.
Cuando faltaba poco más de una semana para que se votaran las enmiendas de totalidad a los presupuestos, la opinión pública tuvo conocimiento del plan de negociación con la mesa de partidos y la figura del relator, dando paso a una mezcla de inquietud e indignación que cristalizó en las concentraciones del fin de semana, organizadas por la derecha, Foro, PP, Ciudadanos y Vox (sábado en Oviedo, domingo en Madrid).
La vieja guardia del PSOE, con González y Guerra a la cabeza, también fue muy crítica sobre el plan de negociación por orillar al Congreso de los Diputados y al ‘Parlament’.
Rectificación
La respuesta de Pedro Sánchez desandando el camino y dando por zanjada la negociación con los independentistas rebaja la tensión social y el malestar en su partido, pero también tiene el coste de dejar al Gobierno en tierra de nadie y sin presupuestos.
Al Ejecutivo solo le queda Podemos como aliado. Un aliado noqueado, pero aliado a fin de cuentas. Los nacionalistas catalanes engrosan las filas de la oposición y el PNV se tienta la ropa. La alianza que posibilitó la moción de censura ha volado por los aires y le tocará gobernar con el presupuesto de Rajoy prorrogado. Es la situación más crítica para Pedro Sánchez desde que llegó al poder.
Para la derecha, las elecciones andaluzas también marcan un antes y un después. Tienen moral de victoria y han aprendido que necesitan asociarse para formar una alternativa de gobierno.
En Asturias, la derecha tiene la particularidad de englobar a cuatro fuerzas, las tres que hay en toda España más Foro. Precisamente, el partido de Carmen Moriyón fue el que tomó la iniciativa de concentrarse delante de la Delegación del Gobierno, en Oviedo.
Sin la llamada a ocupar la calle es más que probable que Pedro Sánchez no hubiera dado por zanjado el diálogo con los catalanistas. Las diferencias que hay entre los grupos de derechas desaparecen cuando se trata de forzar el adelanto de las elecciones generales para poner fin al Gobierno de Sánchez.
Elecciones
Vuelve a alzarse la hipótesis del superdomingo electoral, con comicios europeos, nacionales, autonómicos y municipales el 26 de mayo. Se supone que la concentración de los procesos electorales favorece a los partidos más grandes, pero estoy seguro que a Vox, que es el más pequeño de los partidos que obtienen escaños en las encuestas sobre intención de voto, le encantaría esa opción porque el sufragio en las elecciones generales es más ideológico.
Como muchos electores apoyarían al mismo partido en las cuatro urnas, lograría un mejor resultado en las autonómicas y municipales que si se votara en distintas fechas.
Si Pedro Sánchez no disuelve las cámaras y decide prolongar la legislatura más allá de las elecciones autonómicas y municipales, el año 2019 será un año perdido, como lo fue el año 2016 en que no hubo gobierno hasta el último trimestre. Con 84 diputados y sin presupuestos no se puede hacer frente a ninguno de los problemas que tiene España. Las frivolidades, cuando superan un determinado límite, se convierten en un grave peligro.
Espero que a la derecha no se le ocurra registrar ninguna moción de censura, porque después de llamar cientos de veces «okupa» a Pedro Sánchez, lo único que faltaba es que hubiera otro líder que cogiera el atajo para llegar a la Moncloa sin pasar por las urnas.