La primera jornada del juicio en el Tribunal Supremo contra los doce dirigentes independentistas catalanes coincidió con el inicio del debate sobre los presupuestos en el Congreso de los Diputados. Aunque parezcan dos asuntos distintos, están ambos muy unidos por la política. En la sala de plenos del Supremo, los abogados defensores hicieron un alegato político en beneficio de sus clientes, hablando de vulneración de todos los derechos constitucionales, negando imparcialidad a los magistrados, quejándose de dar peor trato a los líderes del ‘procés’ que a los terroristas, y afirmando que el proceso judicial es un ataque a las libertad ideológica y los derechos humanos. Más que una defensa de presuntos delincuentes, pusieron en práctica un ataque contra las instituciones democráticas españolas, con un ojo puesto en los cincuenta corresponsales extranjeros acreditados para seguir el juicio. La misma estrategia que la seguida por la Generalitat en el referéndum del 1-O, de infausto recuerdo, cuando pretendieron convertir una jornada de protestas y cargas policiales en una masacre de independentistas para ganar la batalla de la imagen ante la comunidad internacional. Todo apunta a que en el juicio van a insistir en la misma línea argumental, convirtiendo a los transgresores en supuestas víctimas de un Estado centralista y liberticida.
En el Congreso de los Diputados se habló más de Cataluña que del proyecto de Presupuestos Generales del Estado. La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en vez de defender las partidas, se dedicó a atacar a los independentistas por exigir la autodeterminación para Cataluña y a la oposición de derechas por acusar a los socialistas de realizar concesiones a ERC y PDeCAT. Lo habitual es que la ministra o el ministro de Hacienda defiendan el proyecto presupuestario, pero Montero prefirió dar por muertas las cuentas y lanzar invectivas contra los partidos con los que habían estado negociando hasta la pasada semana. No hay duda, el Gobierno socialista está ya en clave electoral.
La vista oral del juicio durará unos tres meses, cosa distinta es el tiempo que llevará redactar la sentencia. Imagino que primero se celebrarán las elecciones y más tarde conoceremos el fallo del Supremo. No creo que influya en las elecciones, aunque sí condicionará la política catalana. El PSOE tantea colocarse en el centro de la escena, entre los extremistas catalanes y los conservadores. Veremos si le dejan.