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Juan Neira

LARGO DE CAFE

FECHA Y DISCURSO

Ala hora anunciada, Pedro Sánchez compareció en rueda de prensa para desvelar que las elecciones se celebrarán el 28 de abril. Discutir sobre la oportunidad de un domingo u otro me parece ridículo. La única cuestión temporal relevante estaba en decidir si se ubicaban antes o después que los comicios autonómicos y municipales. Había argumentos a favor y en contra para cualquiera de las dos hipótesis. Con la opción tomada, Sánchez se asegura el apoyo de los barones socialistas porque les interesa sacar un buen resultado que les conduzca, cuatro semanas más tarde, al triunfo en los comicios autonómicos. Si me permiten los lectores comparar las urnas con los bares, diré que un alto número de clientes en las barras y las mesas es un incentivo para que entre más público en el bar. Los partidos que triunfan en las urnas, por el hecho de ganar, atraen a nuevos votantes. El refranero lo expresa mejor: quién da primero, da dos veces.

Aunque pudiera pensarse que el anuncio de la fecha fue el momento estelar de la comparecencia presidencial, no fue así. Tuvo mucha mayor enjundia el parlamento televisado de tres cuartos de hora con el que justificó Sánchez los ocho meses de mandato y predispuso a la audiencia para entregarle el voto el 28 de abril. Un texto muy preparado. Como todo gobernante cuestionado por déficit de legitimidad –nunca de legalidad, por supuesto–, explicó hasta qué punto la censura parlamentaria es un modo de legitimación democrática. Se empeñó en subrayar el papel constructor de la moción de censura, hasta llegar a decir que no se vota para echar a nadie, sino para construir. No daba crédito a lo que estaba viendo y oyendo. Una cosa es que en la jerga de los constitucionalistas, el modelo de moción de censura español –calcado del alemán– se denomine constructivo, y otra que lo más importante de lo oficiado hace ocho meses en el Congreso de los Diputados no haya sido la patada dada a Rajoy en los glúteos para mandarlo a la oficina del Registro de la Propiedad. Era lo único que unía a la izquierda y los nacionalistas.

En 45 minutos, Sánchez hizo un canto a su labor social, apeló continuamente a la humildad y dijo en tres ocasiones que en las urnas deciden los ciudadanos y que su decisión será siempre, siempre, siempre, un acierto. Vamos, que el pueblo nunca se equivoca, excepto cuando le dio la mayoría a Hitler con 14 millones de votos. Deduzco que la deuda galopante, la insostenibilidad de las pensiones y el empleo precarios son mantras de la derecha.

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por JUAN NEIRA

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