Jornada especial en el juicio que se sigue en el Tribunal Supremo contra los líderes independentistas, con Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría como testigos de lujo. Sus líneas argumentales fueron muy semejantes, pudiendo achacarse las diferencias al hecho de tener caracteres opuestos: la exvicepresidenta entró en la sala radiante, encantada de volver a concentrar todos los focos sobre su persona, mientras que el presidente cumplió el trámite con el fastidio de un funcionario al que hacen trabajar de tarde. La una convencida de ser una estrella, el otro persuadido de que no iba a obtener beneficio alguno de los largos interrogatorios. Como ambos fueron los estrategas de la respuesta del Estado a la crisis del procés y los máximos responsables de la aplicación del artículo 155 en Cataluña, lo lógico es que con sus respuestas respaldaran la tesis de la Fiscalía que consiste en hacer prevalecer que en los tumultos vividos en la Consejería de Economía de la Generalitat, en la noche del 20 al 21 de septiembre, cuando una comisión judicial quedó retenida en el edificio, y en la jornada del referéndum de independencia del 1-0, se había actuado con dosis de violencia suficientes para calificar los hechos de rebelión, dada la intención de sus líderes y los medios utilizados para lograr sus objetivos. Soraya Sáenz de Santamaría no dudó en hablar de violencia, pero Mariano Rajoy siempre preocupado por las consecuencias de sus palabras, prefirió dar un rodeo y hablar de situación excepcional. Cuando tuvo que utilizar palabras recogidas en el Código Penal para dar explicaciones, se quedó en «acoso». ¿Verdad que acosar es mucho menos grave que violentar?
Ambos coincidieron en alejarse de la funesta jornada del referéndum poniendo en manos del ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, no sólo la responsabilidad de las actuaciones sino la comunicación de lo que estaba sucediendo en los colegios electorales. Zoido informaba a la Moncloa. Ninguna aclaración sobre las miles de urnas que aparecieron por arte de birlibirloque en los colegios electorales. Eso sí, puestos a negar la evidencia dijeron que no se había celebrado un referéndum.
Para completar el cuadro digamos que a los abogados defensores les pesó la personalidad de los testigos, que el fiscal no es un dechado de brillantez y que el presidente del Tribunal es inmensamente comprensivo. Si hubo rebelión lo sabremos con la sentencia. Rajoy no es notario, solo registró acoso.