>

Blogs

Juan Neira

LARGO DE CAFE

LA FUERZA HEGEMÓNICA

Las personas aficionadas a bucear en las hemerotecas podrán comprobar que en los primeros años de la democracia la escena pública estaba monopolizada por los partidos políticos. En aquella época se aludía reiteradamente a los poderes fácticos, que era una forma de señalar al Ejército sin nombrarlo. Los bancos y las grandes empresas tenían un papel más modesto. Esa escala de protagonismo marcaba el juego de poderes en las instituciones y la calle. No había más agentes.

Nacionalismo

A ese guion hay que añadirle el nacionalismo, no bajo la forma de partidos parlamentarios, sino como un grupo de poder que ahormaba sus territorios bajo la doctrina del supremacismo, creando ciudadanos de primera y de segunda. El nacionalismo, como lobby, tenía la ventaja del monolitismo. Una máquina que solo conocía dos posiciones: adelante y pausa. Jamás retrocedía.

Avanzada la década de los años ochenta del pasado siglo, hizo su entrada en la escena pública el ecologismo de la mano de la legendaria dirigente alemana, Petra Kelly, fundadora del Partido de los Verdes. La sociedad española mostró una gran empatía con el ecologismo, aunque no tuvo influencia en las instituciones públicas. Los verdes tenían muchos simpatizantes pero carecían de votantes. El ecologismo es una forma de pensar y de estar. Mejor verde que marrón.

Mujeres

Desde los primeros años setenta había mujeres por las calles de Asturias que se definían como feministas. Eran tiempos en que los anticonceptivos orales estaban más en las reboticas que en las boticas. Pronto surgieron organizaciones, se realizaron actos, se pusieron de moda lecturas, se alisaron pegatinas en las solapas y se hicieron gestos identitarios con las manos que resultaron tan reconocibles como el puño cerrado de comunistas y socialistas. Por primera vez maridos y novios se pusieron a la defensiva.

En la democracia, desde las leyes del divorcio y la interrupción voluntaria del embarazo, hasta la ley de violencia de género, las feministas estuvieron en la génesis de las iniciativas y acompañaron el curso legislativo de los proyectos.

Los partidos políticos se vieron obligados a compartir la escena pública con las feministas. Con los nacionalistas ya lo hicieron desde el principio, porque es el único lobby que siempre tuvo diputados.

La derecha receló de ecologistas y feministas, mientras que la izquierda los cortejó hasta el punto de querer hacerles ver que ser de izquierdas conlleva adscribirse al ecologismo y al feminismo.

Más allá de disquisiciones teóricas, en materia de respeto medioambiental y trato igualitario con las mujeres, lo más parecido a un diputado de derechas es un diputado de izquierdas.

Lobbies

En el siglo XXI, con la pérdida de credibilidad de las instituciones representativas, los grupos de interés o lobbies adquirieron una mayor importancia. Un fenómeno que corre en paralelo al éxito de los sindicatos corporativos en la Educación, la Sanidad, etcétera.

En la actualidad hay tres corrientes sociales, con implicaciones políticas, muy potentes en la escena pública española: el feminismo, el nacionalismo y el movimiento de los pensionistas. Son de distinta naturaleza y tienen características muy dispares, pero comparten dos cualidades: hay millones de personas que se inscriben en esas corrientes y poseen la suficiente fuerza para poner o quitar gobiernos (que se lo digan a Rajoy).

El feminismo ha avanzado de una forma muy gradual, en paralelo a la modernización de España, y en este momento es el principal grupo de poder en el seno de la sociedad. Entre nosotros, el discurso feminista es incontestable. Es una tesis sin antítesis. Suscita la fascinación entre los medios de comunicación que es tanto como decir que goza de la hegemonía cultural en nuestra sociedad. Nadie tiene argumentos o valor para contradecirlo.

Que haya individuos –cientos, miles o millones– que tengan actitudes marcadamente antifeministas no empaña en absoluto lo antes dicho. Todo pensamiento o conducta que no pueda ser defendida en público y no goce de prestigio en la sociedad tiene dos destinos: el aislamiento y el posible castigo si así estuviera tipificado en el Código Penal.

La alta cualificación profesional de multitud de mujeres en las últimas décadas y su desembarco en masa en las administraciones públicas y las grandes empresas preludia un tipo de sociedad distinta a la que conocimos.

El 8 de marzo de 2018 se hizo evidente su poder por las calles de España y el pasado viernes ha quedado revalidado. Las manifestaciones exteriorizaban la petición de «igualdad real», conscientes de que la igualdad legal ya existe entre los sexos.

La historia enseña que cuando un movimiento se hace hegemónico en una sociedad no se detiene en función de igualitarismos. El proletariado no aspiraba a equipararse a los burgueses. Ni los burgueses a los aristócratas.

Si el pasado estuvo en manos de los hombres, por qué es tan difícil imaginar que el protagonismo corresponda en el futuro mayoritariamente a las mujeres.

No lo planteo como un ideal ni siquiera como una meta que resulte indolora o neutra, sino como la resultante de un juego de fuerzas.

Temas

por JUAN NEIRA

Sobre el autor


marzo 2019
MTWTFSS
    123
45678910
11121314151617
18192021222324
25262728293031