Para las elecciones generales la renovación en las candidaturas es la pauta mayoritaria. Hay razones para ello. Pablo Casado se estrena como candidato a la Presidencia de Gobierno y quiere ser acompañado por dirigentes que estén en sintonía con sus mensajes. Pedro Sánchez ya fue candidato a la Moncloa en 2015 y 2016, pero la crisis interna en el PSOE creó una situación nueva en el interior del partido y las candidaturas son reflejo de la nueva mayoría. El desgaste del personal es intenso en un partido mal dirigido como Podemos, de ahí la renovación de rostros. En Ciudadanos, las novedades son fruto del crecimiento: hace tres años había muchos menos afiliados que ahora, por eso el cambio de nombres es producto de los recién llegados.
En ese contexto llama la atención que en Asturias de los cuatro principales partidos, en tres de ellos se apueste por el continuismo en la cabecera del cartel. Adriana Lastra ya fue la primera en la lista del PSOE, al igual que Sofía Castañón en Unidos Podemos e Ignacio Prendes en Ciudadanos. La única novedad está en el PP, con Paloma Gázquez ¿Puede deducirse de este hecho que son más estables las formaciones a escala asturiana que nacional? No lo creo.
Los candidatos se escogen en función de los intereses de la dirección del partido. La práctica enseña que las formaciones que hicieron primarias no se diferencian de aquellas, como el PP o Vox, en que las candidaturas se realizan por cooptación. Aunque la meta sea sacar el máximo número de votos, los candidatos no se eligen en función de los electores, sino pensando en la estabilidad y la influencia del grupo dirigente. Cuando en los partidos hay división, los aspirantes a escaño representan fundamentalmente al sector mayoritario.
Un ejemplo de esto último son las listas del PSOE por toda España. Cubiertas las necesidades mínimas del aparato, se piensa entonces en los gustos del público y se ficha a personajes populares, independientes, que hacen más atractiva una lista llena de gente anónima para el electorado. Suelen ser personas que no sabe nada, o casi nada, de política, pero no importa porque juegan el papel de figuras tutoras, referenciales, que llegan al votante más por el lado emotivo que por el racional. En caso contrario, ya me dirán ustedes qué pinta Pepu en el Ayuntamiento de Madrid, como no sea para pedir tiempo muerto. Hablando de candidaturas, ningún hecho me parece más notable que el desembarco de militares de alta graduación en las listas de Vox.