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Juan Neira

LARGO DE CAFE

LA TRISTE HISTORIA DEL NIEMEYER

El juicio sobre la gestión del Centro Niemeyer llega cuando en Asturias ya hay una explicación sociológica para el caso: eran los años de boom económico, se tiraba de largo con presupuestos hinchados, y tras el desfase del gasto llegó el batacazo.

En el juicio salieron a relucir los más de 14.000 viajes realizados por su exdirector, una cifra desmesurada que dividida por los cinco años que estuvo al frente de la institución da como resultado más de siete viajes al día. Como para viajar hay que reponer fuerzas, en una auditoría encargada por el Principado salió a la luz un gasto de 180.000 euros en locales de hostelería.

Que todo era a lo grande lo demuestra el hecho de que el coste de la exposición inaugural, realizada por Carlos Saura, se acercó al medio millón de euros. Las deudas crecieron y desde los primeros pasos ya quedó dibujado el posterior descarrilamiento del proyecto.

No obstante, aunque sea nadar contra corriente, me gustaría hacer algunas consideraciones.

En la primera década del siglo, las administraciones públicas tenían mucho dinero, producto de la recaudación tributaria. Basta recordar que el Gobierno de Zapatero terminó varios ejercicios con superávit.

En ese contexto, construir el Centro de Niemeyer no era ningún exceso. Invertir 44 millones de euros en el equipamiento era un coste más que razonable: tres veces menos de lo que costó la fantasía de titanio de Frank Gehry en la ría del Nervión.

La apuesta del presidente Areces no era descabellada, otra cosa es que hoy día ningún gobernante sea capaz de asumir ni un proyecto diez veces más sencillo. Ahora está prohibido comprometerse con proyectos culturales ni de ninguna otra índole. Los gobiernos se conforman con ser público y no se involucran en nada que no sea el pago de las nóminas de los funcionarios. Gobernar es sinónimo de cobrar impuestos y lavarse las manos.

También era un acierto ubicarlo en Avilés, pariente pobre de la ‘Y’ asturiana; cuando poblaciones mucho menores reciben más atenciones del Estado y del Principado, no dejaba de ser una manera de hacer justicia. La respuesta entusiasta de los avilesinos corroboró el acierto.

Politización

El error estuvo en la politización del equipamiento desde el minuto uno. Previsto como museo de los Premios Príncipe de Asturias, se vio sometido a las críticas del entonces alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo.

El peso de De Lorenzo en su partido hizo que todo el PP asturiano asumiera una posición crítica con respecto al Centro Niemeyer.

Inaugurado poco antes de las elecciones autonómicas de 2011, desde el Principado se cometió la torpeza de traer a Felipe González a dar una conferencia al Centro Niemeyer, proyectando una imagen partidista sobre el equipamiento que llevó a que la oposición lo calificara de «artefacto electoral».

Lo que vino después está en la mente de todos: las elecciones las ganó Foro. Los socialistas trataron de blindar el Centro Niemeyer cambiando la mayoría del patronato para ponerlo en manos privadas y tratando de ceder los edificios a la Fundación Centro Niemeyer, pero no les apoyó IU. El Gobierno de Cascos, con los datos de la auditoría sobre el ejercicio de 2010 en la mano, obró en consecuencia, y unos meses después se haría con el control del centro.

En 2012, el Gobierno de Javier Fernández siguió la línea marcada por Foro, y pese a hacer algún gesto para la galería, la consejera de Cultura, Ana González, llevaría al juzgado la gestión del centro por supuestas irregularidades detectadas entre 2007 y 2010.

Las irregularidades, ya valoradas como presuntos delitos, se están sustanciando en el juicio oral.

El descontrol sobre el gasto, el marasmo contable, fue decisivo para que el Centro Niemeyer fuera intervenido y reconducido, pero sin la batalla política el destino hubiera sido otro. Cambiar a un director, destituirlo, no provoca ningún seísmo en una institución cultural, pero en Avilés sí hubo un terremoto.

Laboral centro de arte

Ahí está en Gijón Laboral Centro de Arte, arruinado por los gastos del periodo inaugural. Con el Principado y el Ayuntamiento de Gijón pagando exigentes sumas de dinero hasta el año 2022 por las deudas que dejaron los créditos solicitados por la primera directora en 2007 y 2008. Y con la mitad de sus instalaciones sufriendo goteras.

Así como el Centro Niemeyer siempre tuvo el apoyo de la población que lo rodea, Laboral Centro de Arte fue visto como un equipamiento para minorías. Si se me permite la expresión, unas minorías muy minoritarias: los ingresos por entradas no llegan al 1%.

Una apuesta más que discutible al tratar de trasplantar a Gijón el estilo de centros internacionales de éxito (ZM de Karlsruhe) con fabulosos presupuestos. El resultado final es un plan de viabilidad, sustentado con el dinero del Ayuntamiento y del Principado. En todo ese proceso de la riqueza a la pobreza no sucumbió gracias a la neutralidad de los políticos.

El Centro Niemeyer contaba con apoyo social y reunía las potencialidades para ser el gran equipamiento cultural de Asturias. Chapuzas contables aparte, la disputa política dañó irremisiblemente su imagen. No será fácil que vuelva a ser lo que pudo ser.

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por JUAN NEIRA

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