Sin haber empezado la campaña, la disputa por el voto está en pleno apogeo. Las encuestas nos ilustran sobre las expectativas de los partidos políticos y los aparatos presentan las nuevas incorporaciones a las listas. En la circunscripción de Madrid, el número dos en la candidatura del PP será Adolfo Suárez Illana, formando tique con Pablo Casado. Hijo del artífice de la transición democrática, fue llamado por Aznar, en 2003, para tratar de desbancar a José Bono de la Presidencia de Castilla-La Mancha. Cosechó un estruendoso fracaso: Bono ganó por mayoría absoluta, con tres escaños más que en 1999. Hubo una época en España que ni Obama le hubiera ganado unas elecciones a Bono o a Rodríguez Ibarra en sus feudos autonómicos de Castilla-La Mancha y Extremadura.
Soy muy escéptico sobre la eficacia de los grandes fichajes en política. Pese a toda su buena voluntad, intuyo que el ex presidente francés, Manuel Valls, tampoco logrará convertirse en alcalde de Barcelona. En la mente de todos está la alegría con la que presentó Pablo Iglesias al teniente general y ex jefe del Estado Mayor de la Defensa, Julio Rodríguez. En 2015 se presentó en las listas de Podemos en Zaragoza y salió con las manos vacías. En 2016 buscó el escaño por Almería sin encontrarlo. A día de hoy es un hombre a la espera de destino. Por cierto, desde las filas del partido morado critican a Vox por llevar a generales en sus candidaturas. Ya se sabe que para Podemos hay generales buenos y malos, y Echenique tiene la competencia para otorgar credenciales democráticas.
En las elecciones generales, los dos elementos que más interesan a los electores son los nombres de los candidatos a presidente de Gobierno y los partidos que los presentan. Ese tándem es el decisivo. Por desgracia, el programa con que concurren a las elecciones es secundario. Ni se conoce por el público ni hay un verdadero compromiso de los candidatos para desarrollarlo. El pasado domingo, Pablo Casado en una entrevista apostó por una inmediata y generalizada bajada de impuestos (supresión de Patrimonio, Sucesiones, Actos Jurídicos Documentados, rebaja del Impuesto de Sociedades al 20% y del IRPF al 40%). Una lista citada a toda velocidad. Como el IRPF va por tramos, si el tipo máximo no supera el 40%, los que ganan por encima de 60.000 euros pasarían a pagar como los que ganan, ahora, por encima de 35.000. Una revolución que no mereció ni la menor crítica por parte de sus rivales. Lo que importa son los fichajes.