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Juan Neira

LARGO DE CAFE

SÁNCHEZ Y LOS ERRORES AJENOS

Si hubiera que escoger una causa para explicar la ventaja que tiene el PSOE en las encuestas y la difícil posición del PP y Ciudadanos en las mismas, sería, sin duda, el resultado de las elecciones andaluzas.

De aquella inesperada victoria de la derecha proviene la actual ventaja que otorgan los sondeos al PSOE sobre sus más directos rivales. Veamos.

Andalucía

Susana Díaz había optado por una convocatoria anticipada de los comicios convencida de reforzar su posición al frente del Ejecutivo andaluz. La pérdida del poder no estaba en las previsiones. La derrota fue una enorme sorpresa que llevó aparejada una inquietante consecuencia: si la derecha se había hecho con la mayoría en Andalucía –principal feudo socialista–, tenía a su alcance el gobierno en España.

A ello hay que añadir un matiz decisivo: no se trataba de la victoria de la derecha, sino de las derechas, sumándose un nuevo grupo, Vox, al tándem del PP y Ciudadanos. Desde el lejano 28 de octubre de 1982, fecha del primer triunfo electoral de Felipe González, nunca tuvo la izquierda una razón tan poderosa para movilizarse ante las urnas como ahora. El miedo a la triple derecha, con Vox en papel estelar, funcionó como un fantasma de invierno.

La fórmula del éxito andaluz presenta algunos puntos débiles para que sea infalible en todos los territorios. Se trata de tres partidos de similar ideología representando a un mismo electorado. Al competir por los votos se pisan unos a otros. Las alianzas más fructíferas son las que se realizan entre fuerzas heterogéneas: un partido estatal y otro regional, o entre dos grupos de distinta tendencia política, pero el tres en raya andaluz apela al mismo segmento del electorado, con lo que necesariamente se pierden escaños al dividirse el voto entre tres marcas.

Vox

La presencia de Vox distorsionó la alternativa del PP y Ciudadanos al verse ambos en la obligación de desplazarse hacia la derecha para dejar de perder votos por ese flanco. Ese movimiento trajo una consecuencia indeseada al situar al PSOE en el centro, entre la extrema izquierda utópica y la derecha derechizada. En el otro lado del espectro político ocurrió lo mismo en las elecciones generales de 2015 y 2016, cuando la competencia de Podemos obligó a Pedro Sánchez a ponerse el traje de izquierdista con las nefastas consecuencias conocidas por todos: 84 escaños

La suma de los efectos expuestos colocó al PSOE en cabeza de la carrera electoral, pero todavía faltaban los errores de las derechas para situarlo en franca ventaja.

La famosa figura del relator entre el Gobierno y la Generalitat sacudió como un calambre a la clase política española. El asunto saltó en una entrevista radiofónica a Iceta. Del líder de los socialistas catalanes se pueden decir muchas cosas, menos que es tonto.

Las derechas mordieron el cebo y montaron en 48 horas la concentración en la madrileña plaza de Colón. Una movilización exprés no puede tener un seguimiento masivo, salvo que derive de un hecho traumático. Fue mucha gente, pero mayor fue el efecto de la foto conjunta de las tres derechas, pidiendo a Sánchez «elecciones, ya».

Qué ingenuidad. Tres días más tarde, los independentistas tumbaban los presupuestos del Estado, y Pedro Sánchez disolvía las cámaras. En otras palabras, las derechas pedían lo que ya iba a hacer el presidente.

En esos días, los argumentos quedaron a un lado, y la palabra que más se repetía era un epíteto: felón. Si las elecciones se ganaran en las radios el plan hubiera sido perfecto.

Luego, llegaron los ‘viernes sociales’, pero en eso no tienen nada que ver ni las derechas ni las elecciones andaluzas, sino la audacia de Pedro Sánchez, capaz de saltarse las normas a la torera para hacer del Consejo de Ministros un órgano electoral.

Podemos

En las decenas de escaños de ventaja que conceden las encuestas a los socialistas, el PSOE tuvo una ayuda inestimable dentro del campo de la izquierda con el papel jugado por Podemos.

Durante los breves meses del mandato de Sánchez los podemitas fueron un socio activo del Gobierno. Pablo Iglesias llegó a ejercer de emisario del presidente para labores delicadas: entrevistarse con Puigdemont en Bruselas o hacerlo con Oriol Junqueras en la cárcel. Desde Podemos, realizaron esfuerzos denodados para que los independentistas aprobaran los presupuestos.

Al margen de la relación con el Gobierno, Podemos siguió pisando charcos: la derrota electoral en Andalucía la convirtieron en una alarma antifascista; Íñigo Errejón se fue con Manuela Carmena, cansado de los manejos autoritarios de Iglesias; y cuando todo empezaba a oler a final de mandato, el líder máximo guardó un largo silencio recluido en las tareas familiares. Ni el enemigo hubiera escrito un guión tan dañino.

El último capítulo de la larga serie de adversidades lo compone la negativa de las organizaciones de IU a reeditar la fórmula de Unidos Podemos, una entente electoral que fracasó en España (elecciones generales de 2016) y en Andalucía.

Al igual que hay un flujo de votantes del PP que se van a Vox, el trasvase de Podemos al PSOE es una realidad que anticipan las encuestas. La felicidad de Sánchez tiene mucho que ver con los errores ajenos.

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por JUAN NEIRA

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