A principios de semana conocimos una buena noticia. La Fade y las centrales sindicales, CC OO y UGT, quieren cambiar el modelo de concertación social. Así se lo dijeron a Adrián Barbón y el presidente del Principado mostró su disposición a estudiar nuevos enfoques.
La concertación social se había convertido en una ceremonia de cartón piedra. Un mero decorado sin ninguna influencia en la Asturias real. Teóricamente, el Principado pactaba con los agentes económicos y sociales un gasto millonario en un amplio número de apartados que se ejecutaba a lo largo de la legislatura.
La ceremonia se concretaba en la foto del progreso: el presidente socialista de turno entrelazando las manos con los líderes de los sindicatos de clase, sumándose al grupo el presidente de la patronal –también de turno–, convertido por mor de la liturgia en una suerte de tercer sindicato de la otra clase.
Malas lenguas
Cuando los fotógrafos acababan su tarea el documento de la concertación social quedaba incorporado a la hemeroteca. Luego, muy de vez en vez, se reunía una comisión de seguimiento para que los agentes sociales se quejaran de los incumplimientos.
Las malas lenguas dicen que los interlocutores del Principado solo estaban interesados en el dinero de los cursos de la formación. Dicho en argot, en el ‘pesebre’.
Los presidentes del Principado nunca se quejaron de nada, porque sin despeinarse lograban lo que buscaban: el aval de los agentes sociales y económicos para bregar con la oposición parlamentaria durante todo el mandato.
Una segunda legitimación, tras la obtenida en las urnas, que daba una vitola social, progresista, a la gestión del gobierno regional. Ante la opinión pública se presumía del modelo de «concertación social asturiano», que se suponía más avanzado que el de otras tierras.
Este breve repaso no puede terminar sin aclarar que el destino de los recursos lo decidieron siempre los diputados en la Junta General del Principado, a través de los sucesivos presupuestos anuales, sin que las cifras reflejadas en el documento de la concertación social sirvieran de modelo, guía o condicionante. Menos mal.
Autocrítica
Belarmino Feito (Fade), José Manuel Zapico (CCOO) y Javier Fernández Lanero (UGT) han demostrado una gran capacidad para hacer autocrítica, al manifestar que apuestan por una concertación más «eficaz, útil y ágil», que sea «fácil de entender por la ciudadanía» y que permita un «mejor seguimiento». Quieren trabajar por objetivos con acciones concretas, para un tiempo determinado y con un presupuesto acotado que sea evaluable.
Los tres líderes son muy autocríticos, porque, sin explicitarlo, reconocen que hasta ahora lo que se hacía no era eficaz, ni útil, ni ágil ni evaluable; además, resultaba ininteligible para la gente. De cara al futuro apuntaron algunas cosas juiciosas, como centrarse en la problemática industrial.
En el mes de septiembre se formará una comisión, con participación del Principado, para perfilar el nuevo modelo de concertación que pretenden implantar.
Aun a riesgo de importunar, creo que es preciso fijar algunas premisas para evitar iniciativas desnortadas como las contenidas en el modelo de concertación social asturiano. Vamos a ello.
Dos anomalías
En una negociación entre el Principado, la patronal y los sindicatos, las cuestiones a pactar están tasadas por la naturaleza de los interlocutores. Se puede y se debe hablar de cuestiones laborales, de asuntos referidos a los distintos sectores de actividad, de planes de empleo, de formación de la mano de obra, de innovación, de contrataciones, de política salarial, etcétera.
El resto de asuntos quedan fuera de su competencia. Sin embargo, en el último acuerdo de concertación, la temática estrella fueron los servicios sociales.
Las cuestiones sociales se debaten directamente en el Parlamento y si hay que hablar algo con algún colectivo se cita a las organizaciones del llamado tercer sector (Cruz Roja, Cáritas, ONCE, Red Europea de Lucha contra la Pobreza, etc), no a los líderes empresariales y sindicales.
Como bien aclaró la alcaldesa de Gijón, Ana González, la política social municipal la trata con el tercer sector, no con los representantes de los comerciantes.
En la reunión de la patronal y los sindicatos con Adrián Barbón salió relucir el área metropolitana, el reto demográfico, la financiación autonómica, las infraestructuras pendientes.
En una entrevista, aunque tenga un sesgo institucional, el guión es libre, pero me parecería un disparate mayúsculo que todas esas cuestiones se introdujeran en la agenda de la concertación social, como si Fade, CCOO y UGT formaran un Senado corporativo, muy del gusto de sistemas diametralmente opuestos al Estado democrático.
Por último, acabemos con la otra gran anomalía del modelo de concertación social asturiano, caracterizado porque el Principado asume todas las cargas, mientras que empresarios y sindicatos no adquieren ningún compromiso, salvo el derecho a criticar y exigir.
¿Por qué los máximos representantes de los agentes sociales no pueden firmar un documento con el Principado que hable de sueldos, contrataciones, movilidad de la mano de obra, inversión en innovación, etcétera?