OFERTA SURREALISTA
Pablo Iglesias ha ensayado la vía surrealista para seducir a Pedro Sánchez. Como el presidente en funciones no quiere reunirse con él, ha utilizado el teléfono (supongo que el móvil, porque los fijos de mesa ya no se llevan y, además, no son dispositivos inteligentes) para hacerle una propuesta singular: gobierno de coalición hasta la aprobación de los presupuestos y, a partir de ese momento, Sánchez tendría la potestad de prolongar la experiencia o de expulsar a los ministros ‘podemitas’ con la garantía de que los diputados de Unidas Podemos seguirían respaldando al Gobierno hasta el final de la legislatura. El jefe del partido morado habrá considerado que hacía una propuesta irresistible, ya que Sánchez podría tener asegurada la gobernabilidad para los próximos cuatro años por el módico precio de aguantar a dos o tres ministros morados durante una temporada. Para alguien familiarizado con los usos de la política la oferta de Pablo Iglesias le dejará atónito. Parece más un relato onírico que un suceso real. Cuándo y dónde vieron los dirigentes de Podemos que un partido entrara en un gobierno a prueba, y si el presidente considerara insatisfactoria la experiencia, ellos se irían con la obligación de seguir apoyando al presidente que los habría despedido. ¿Qué nombre se daría a ese gobierno? ¿Coalición en precario?
Siempre me pareció que los chicos de Podemos son gente leída, versada en las discusiones ideológicas, expertos en las movilizaciones de calle, pero de política institucional no tienen ni idea. Iglesias habrá tramado cosas así en el bar de su facultad, compartiendo consumiciones con Errejón, Alegre, Mayoral, Espinar, Monedero, Bescansa y el niño, pero la experiencia no es exportable a las instituciones del Estado. Ofertas tan absurdas valen para una escaramuza universitaria, pero bromas así para negociar el Gobierno de España no son de recibo. Un partido que en su día tuvo cinco millones de votos no puede degradarse de esa manera. Sánchez se limitó a recordarle que «no se dan las bases mínimas de confianza».
Si el presidente no quiere recibir a un líder de la oposición, que conste en acta. Nada de buscar atajos con el móvil, remedando la guerra de Gila. La exigencia de la coalición estaba asumida por Sánchez, pero cambió de criterio en agosto y ahora solo le interesan las urnas. Razón de más para insistir en la crítica poniendo de manifiesto la inconsecuencia. Iglesias prefiere aferrarse a la figura del ministro interino.