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Juan Neira

LARGO DE CAFE

LA INVESTIDURA Y LOS TRENES

Al deshojar la margarita de la investidura se ven los problemas de gobernabilidad que tiene España. Es un fenómeno reciente de nuestra democracia. Durante la larga etapa del bipartidismo se sucedieron gobiernos de izquierda y derecha sin hacer ruido.

Desde las elecciones generales de 2015, con la entrada de Podemos y Ciudadanos en el Parlamento, las investiduras se convirtieron en sudokus, dada la capacidad de las oposiciones para vetar las alternativas de poder planteadas por los partidos que ganaron los comicios. Le ocurrió al PP de Rajoy y le sucede al PSOE de Pedro Sánchez.

Desde estas líneas hemos dicho repetidamente que antes del 23 de septiembre habrá acuerdo entre el presidente en funciones y el líder de Unidas Podemos. Un cálculo sostenido por un argumento de peso: Pablo Iglesias buscará cualquier disculpa para votar afirmativamente la investidura de Sánchez, ya que en unas elecciones anticipadas perdería escaños y podría ser derribado del pedestal.

Novedad

El razonamiento me sigue pareciendo válido, pero en el último debate en el Congreso de los Diputados apareció un hecho nuevo: Pedro Sánchez considera que la llamada a las urnas es la mejor opción. El líder socialista prefiere acudir a las elecciones a formar un gobierno monocolor socialista con apoyo externo de Unidas Podemos.

Hasta ahora sabíamos que prefería las urnas a formar un gobierno de coalición, pero en el Congreso de los Diputados cerró la puerta a reunirse con Pablo Iglesias, que es la manera de ir de cabeza a los comicios. Es más, el grupo dirigente del PSOE no quiere que el Rey encargue a Pedro Sánchez la formación de un gobierno. Prefiere que el Jefe del Estado tome nota del disenso y se ponga fin a la legislatura.

Las probabilidades de caminar hacia una investidura con respaldo al candidato disminuyen al comprobar que la necesidad de Iglesias de evitar las elecciones choca con las crecientes expectativas electorales de Sánchez.

De todo lo sucedido desde el 25 de julio (rechazo de la candidatura de Sánchez) hasta hoy, lo más notable es la negativa del líder socialista a negociar cualquier fórmula de gobernabilidad.

Si el 10 de noviembre se convierte en domingo electoral, ya podemos anticipar que de las urnas no va a salir la solución al bloqueo. Es muy probable que el PSOE gane con mayor holgura, que tenga veinte o veinticinco diputados más, y que Unidas Podemos y Ciudadanos retrocedan, pero para que Sánchez sea investido presidente necesitará del concurso de Unidas Podemos. Los argumentos del presente se reactualizarán con abrigo de invierno, tras haber perdido medio año cansando a la gente, tensionando las relaciones entre líderes políticos y degradando la economía.

Dos opciones

Para resolver el problema de fondo –la gobernabilidad de España– es preciso entender que vivimos en un escenario de pluripartidismo que exige una cultura política de pacto.

Si los partidos siguen con la práctica del veto, el bloqueo está asegurado. Para salir de la crisis institucional que nos acompaña desde 2015, solo hay dos opciones: la asunción del pacto, como algo propio de políticos responsables, o el cambio de sistema electoral (segunda vuelta) para que los ciudadanos con su voto hagan el trabajo que se resisten a realizar los dirigentes políticos.

Pedro Sánchez ha sugerido la implantación de un sistema electoral como el que rige en los ayuntamientos, pero esa fórmula no es válida porque sirve para elegir alcaldes pero no asegura mayorías de gobierno.

Si hablamos de la bondad de los pactos, sería bueno huir de fórmulas artificiosas y reconocer que los tres partidos constitucionales, PSOE, PP y Ciudadanos, tienen visiones muy similares sobre la sociedad, el modelo de Estado y la gestión económica.

El resto de grupos, en mayor o menor medida, son partidos antisistema. A los nacionalistas no les interesa España, solo hacen política con la mirada puesta en su terruño. El resto de regiones les traen al pairo. Ven al Estado como un árbol que se puede trepar para robarle los mejores frutos.

Otros partidos minoritarios tienen visiones contrarias a la Constitución, al modelo de Estado o a la economía de mercado, por eso resultan problemáticos para asegurar la gobernabilidad.

Mientras estas obviedades no se hayan convertido en realidades estaremos condenados a sufrir los inconvenientes y riesgos del bloqueo político.

Ábalos

Ejemplo de lo primero es la caída a pedazos de la red ferroviaria de cercanías en Asturias, que con 4.000 viajes cancelados en cuatro meses se ha convertido en una vergüenza nacional. Nuestro ferrocarril de toda la vida carece de locomotoras, vagones, aire acondicionado y repuestos. Solo puede fletar autobuses para los viajeros que esperan en los andenes de Feve.

Mariano Rajoy no invirtió en la red de cercanías, pero José Luis Ábalos, en dieciséis meses, tampoco puso un euro. El ministro de Fomento sigue refugiado en el burladero de la burocracia para evitar las críticas por inacción.

La estación intermodal de Gijón se retrasa y los trenes de cercanías se descuajeringan. Mientras haya bloqueo institucional nadie es culpable, el ministro solo está en funciones. Desde hace cuatro años a los políticos solo les interesan las elecciones.

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por JUAN NEIRA

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