Semana decisiva para la gobernabilidad de España y sorpresa a cargo de Albert Rivera. El líder de Ciudadanos plantea la abstención en la investidura si Pedro Sánchez rompe con el Gobierno de Navarra (el Ejecutivo de esa región, presidido por la socialista Blanca Chivite, se sustenta en la abstención de Bildu); abre un diálogo con las fuerzas constitucionalistas sobre la situación de Cataluña, con la aplicación del artículo 155 y el hipotético indulto a los líderes del procés, como principales asuntos; y el compromiso de no subir los impuestos a las familias y a los trabajadores autónomos. Tras dar a conocer el nuevo planteamiento, Rivera y Casado se reunieron en el Congreso de los Diputados. De la larga entrevista no salió el compromiso conjunto de abstenerse, pero ambos están de acuerdo en afirmar que la pelota está en el tejado de Pedro Sánchez. ¿Cuál fue la respuesta del presidente en funciones?
Pedro Sánchez se limitó a decir que las condiciones expuestas por Rivera ya están garantizadas por el actual Gobierno y por el PSOE, así que el centro-derecha debe abstenerse en la investidura sin pedir nada a cambio. En los últimos días, cada paso que da el candidato socialista se pone de manifiesto que no busca la investidura, sino la convocatoria electoral. En el mes de julio solo tuvo como aliado, en la fallida sesión de investidura, al diputado del Partido Regionalista de Cantabria. Ahora, cuando faltan seis días para que expire el plazo para evitar los comicios, resulta que el líder del tercer partido español explicita tres puntos para abstenerse, y el presidente rechaza la propuesta con el peregrino argumento de que ya se cumplen las tres condiciones. Sabe perfectamente que no se cumple ninguna, pero no es eso lo importante, sino la negativa a dialogar. Cualquier candidato que estuviese en su lugar se agarraría al resquicio abierto por Rivera, tras meses de cerrazón del centro-derecha, para saludar positivamente el cambio de postura y ofrecer una negociación exprés. Sánchez tiene otro objetivo, por eso se precipita a cerrar la puerta a cualquier atisbo de entendimiento.
Ningún político puede ser investido presidente en contra de su voluntad. Nadie ha sido presidente ‘a rastras’. Pablo Iglesias está dispuesto a rectificar, arrepentido tras tanta arrogancia, Rivera acepta la abstención si se cumplen algunos requisitos, pero el líder socialista lo tiene claro: el 10 de noviembre habrá elecciones, aunque no le convenga a España.