La débil esperanza abierta en la víspera con la oferta de Albert Rivera quedó en nada. Pedro Sánchez no está dispuesto a reabrir la negociación sobre el gobierno de Navarra, ni considera necesario posicionarse sobre un hipotético indulto a los líderes encarcelados del ‘procés’, ni juzga oportuno acordar nada sobre la fiscalidad de las clases populares porque ya ha demostrado que su política fiscal se basa en gravar más a los poderosos y rebajar la presión fiscal sobre los trabajadores. El papel lo aguanta todo, por eso el presidente en funciones dice que ya cumple lo que no está dispuesto a cumplir.
Resulta patético que los líderes de los cuatro principales grupos (PSOE, PP, Ciudadanos y Unidas Podemos) hayan ido a visitar al Rey, cinco meses después de las elecciones, con las manos vacías. En todo este tiempo todos los intentos de acercamiento se han limitado a la famosa oferta socialista a Pablo Iglesias para cogobernar a través de una vicepresidencia y tres ministerios, y la propuesta de última hora de Ciudadanos de abstenerse si Sánchez rectifica su política sobre Navarra, Cataluña y la política tributaria. Una oferta en julio y una ocurrencia en septiembre. ¿A qué se dedicaron en el tiempo restante? A nada. Las Cortes no tienen actividad apreciable, no hubo congresos de partidos ni referéndum ni citas internacionales a las que estuvieran convocados, más allá de las reuniones del Consejo Europeo a las que asiste Pedro Sánchez. No hicieron nada, se limitaron a evitarse y a realizar declaraciones esporádicas para la galería. De los cuatro partidos, el que jugó un papel más anodino fue el PP, que dijo desde el principio que votaba no y se quedó ensimismado viendo cómo crece la barba en verano. Ciudadanos no fue mucho más allá, pero al menos la propuesta de última hora de Rivera sirve para poner a su partido sobre la realidad de la inevitable negociación. Decir a todo que no y quedar cruzado de brazos no es una actitud responsable en una escena parlamentaria definida por el pluripartidismo.
Cinco meses marcados por el desacuerdo entre PSOE y Unidas Podemos. La culpa del disenso estuvo compartida. Ahora bien, el comportamiento del presidente en las dos últimas semanas denota claramente que no tiene otro objetivo que la repetición electoral. Con una mano tendida por la izquierda y otra por la derecha, Sánchez rehúsa reunirse con Iglesias y Rivera, y se atreve a decir que lo «ha intentado por todos los medios, pero lo han hecho imposible».