La primera batalla para las elecciones del 10 de noviembre se centra en dilucidar quién es el culpable. La convocatoria anticipada de los comicios ha sido recibida con indisimulado disgusto por la opinión pública; los cuatro grandes partidos parlamentarios se esfuerzan por hacer responsable de la fallida investidura a un rival, para salir libres de polvo y paja del frustrante bloqueo parlamentario. PP, Ciudadanos y Unidas Podemos piensan que Pedro Sánchez tiene la culpa, mientras que el presidente en funciones repartió el fracaso entre sus tres oponentes. Es la primera vez en lo que va de año que la izquierda no vincula a Vox con decisiones trascendentes de otros grupos de la derecha.
Veinticuatro horas más tarde, el PSOE afina la puntería, se olvida del PP, y convierte en blanco de sus críticas a Ciudadanos y Unidas Podemos, con la esperanza de que una parte de sus votantes migren hacia las candidaturas socialistas. El argumentario no tiene desperdicio. Cargan contra Pablo Iglesias por haber boicoteado cuatro veces en cuatro años la posibilidad de que haya un gobierno progresista, «dando una bola extra a la derecha». Resulta que defender la opción de un gobierno de coalición es boicotear la formación de un gobierno progresista. La supuesta bola extra para la derecha se la da quien se negó a negociar desde el 25 de julio. En cuanto a Ciudadanos, los socialistas destacan la contradicción que supone para un partido centrista sumarse al frentismo. En mala hora Albert Rivera definió a Ciudadanos como partido centrista, porque todos los rivales le niegan el derecho a dar pasos en cualquier dirección que les perjudique. Para los socialistas, si Ciudadanos pacta con el PP hace política frentista, pero si el acuerdo lo firma con el PSOE –como hizo en marzo de 2016–, entonces lo consideran un impecable ejercicio de centrismo puro.
Los esfuerzos de los socialistas por exportar la culpa a izquierda y derecha naufragan con el dictamen de Felipe González ampliando el pecado a todos los actores de la fallida investidura. No importa que González culpabilice al PP, pero es noticia que lo haga con el PSOE, partido en el que milita y que ocupa el Gobierno. La estrategia de apostar por elecciones anticipadas va a tener consecuencias en el interior del partido y en el cuerpo electoral. Si el «no es no» resultó controvertido, la llamada temprana a las urnas será vista como un decisión más propia de secretario general del PSOE que de presidente del Gobierno de España.