En la entrevista que hoy se publica en estas páginas, Javier Fernández-Lasquetty defiende la política impositiva madrileña en oposición a la del Principado, dentro de un contexto nacional marcado por la política económica de Pedro Sánchez. Distintos presidentes autonómicos socialistas, con Adrián Barbón a la cabeza, han criticado las rebajas fiscales de la comunidad autónoma madrileña porque abre la competencia entre regiones, llegando a considerarla contraria la Constitución. Lasquetty considera que favorece a la gente, y que con la rebaja masiva de impuestos realizada en Madrid durante los últimos años, 48.000 millones de euros, han quedado en manos de los 6,6 millones de madrileños. Para el consejero bajar los impuestos está al alcance de todos los gobiernos, solo hace falta voluntad política para hacerlo. Marcado el objetivo, lograrlo es solo cuestión de disciplina fiscal.
Los argumentos de Lasquetty y los datos que aporta son sólidos, pero no todo es blanco o negro. Si la izquierda sube los impuestos, casi por instinto reflejo, en el PP creen a pies juntillas que toda bajada de los tipos fiscales aumenta la recaudación. Y eso es rotundamente falso. Depende de la fase del ciclo económico en que esté la economía de un país. El mejor ejemplo de ello fue el primer gobierno de Mariano Rajoy que nada más llegar al poder decretó la mayor subida de impuestos conocida en España. Rajoy no era socialista, pero no tuvo otro remedio que desdecirse de todo lo que había dicho en la campaña electoral para poder reducir el déficit público. En la entrevista, el propio Lasquetty aporta la clave para poder financiar los servicios públicos (sanidad, educación y servicios sociales) con una presión fiscal baja: crecimiento económico sostenido. Madrid lo tiene, Asturias, no.
La economía madrileña capta recursos con un tratamiento fiscal amable, pero hay otras razones de peso que lo explican y no tienen que ver con la política autonómica. Las grandes capitales del mundo están en un proceso acelerado de concentración de las grandes empresas, especialmente las de servicios. En Francia, con un tratamiento fiscal homogéneo a lo largo del territorio, vemos que París, con un 18,8% de la población, representa el 30% del PIB francés. Ahora bien, el Principado haría bien en reducir el gasto burocrático para que crezca la inversión productiva. No se pueden pagar impuestos, únicamente, para financiar el consumo de la Administración. Así no se progresa.