Adrián Barbón lleva cien días de presidente de Gobierno. El periodismo ha impuesto el test de los cien días a los gobernantes, un plazo que, sin embargo, no excita la imaginación de las oposiciones. ¿Qué se puede decir de los cien días del presidente Barbón?
Como se trata de un periodo muy corto no se puede hacer un balance de gestión. En un trimestre es imposible solucionar los problemas; si hubiera quedado alguno resuelto es porque se trataba de un falso problema. Es muy pronto para pedirle cuentas por la responsabilidad depositada en sus manos por los electores, tiempo habrá de hacerlo.
Los cien días sirven mostrar una actitud, permiten atisbar un estilo, una forma de relacionarse con las instituciones y la sociedad, la manera de disputar o entenderse con la oposición, la tendencia del Gobierno.
Estilo
El presidente asturiano es un político extravertido que disfruta hablando, moviéndose, visitando, recibiendo. No engañó a sus consejeros cuando les dijo «estad siempre pendientes de lo que sucede fuera de vuestros despachos, salid a la calle que Asturias está siempre por descubrir». El primero en cumplir esa orden fue el propio presidente que está siempre yendo o viniendo de algún sitio.
Un estilo opuesto al de su antecesor que pasaba los días entre la mesa y el sofá de su despacho. Barbón da la opinión sobre cualquier tema a diario. Se compromete a hacer esto o lo otro. Javier Fernández dejaba entrever su criterio a través de prolijos discursos, donde salían a relucir Angela Merkel o Thomas Pikety, según la moda de cada momento.
Fruto de su frenética movilidad, Adrián Barbón ya se vio con todo el mundo e impulsó todo tipo de iniciativas. Convocó a los 78 alcaldes, como gesto simbólico de apoyo al municipalismo; desde el verano de 1999, en que Álvarez Areces encabezó una cita semejante, no se había hecho una convocatoria de ese tipo. Presidió la primera reunión de la concertación social. Reunió a todos los grupos parlamentarios para consensuar un planteamiento de región ante la negociación del nuevo modelo de financiación autonómica. Formó una comisión mixta para analizar la descarbonización, en la que están el Ministerio de la Transición Ecológica y los agentes económicos y sociales.
Madrid
Cuando tomó posesión del cargo, las relaciones con el Gobierno central estaban cortocircuitadas. En un plis-plás restableció el fluido eléctrico y se entrevistó con media docena de ministros. En materia de industria está convencido de la importancia de implantar un arancel ambiental para que turcos y chinos no vendan acero barato por todas las esquinas de España. La ministra de Industria, Reyes Maroto, ya hizo gestiones sobre el particular en Europa.
Acompañado por el vicepresidente, Juan Cofiño, se entrevistó con José Luis Ábalos, rodeado de todo el staff del Ministerio de Fomento. Asturias necesita una actuación urgente para apuntalar la red ferroviaria de cercanías. Aunque de allí salió un plan de choque, en la prosa ministerial la única referencia es al plan, 20182025, que está prácticamente virgen. Seguro que habrá más contactos.
El presidente del Principado hizo otras cien gestiones similares, pero con las ya citadas basta para darse una idea de a qué dedicó su tiempo como gobernante.
Más interesante es seguir sus pasos por la estrategia y la táctica política. Aunque partía de una situación parlamentaria desahogada –el PSOE dobla en escaños al segundo partido (PP) y cuadruplica al tercero (Ciudadanos)– Barbón dio a IU el estatus de aliado preferente, posibilitando que constituyera grupo parlamentario, pese a tener sólo dos diputados. A partir de ahí el presidente cuenta para todo con 22 escaños, a uno de la mayoría absoluta.
Su situación en las instituciones es aún más sólida que cuando empezó el mandato. En realidad, la novedad de los cien días es la ausencia de oposición.
Bipartidismo
Si exceptuamos a Podemos (4 diputados) en la izquierda y a Vox (2 escaños) en la derecha, el Gobierno socialista gobierna sin crítica. Fruto de ese amplio margen de disposición, la Junta General del Principado trabaja al 50%. Hay la mitad de plenos que en anteriores mandatos y también las convocatorias de las comisiones parlamentarias quedaron reducidas a la mitad. El PP se adhirió al nuevo formato de trabajo del PSOE.
Toda la tarea se ventila a las mañanas. Una semana toca comisiones parlamentarias y la siguiente se despacha con dos plenos, uno de control del Gobierno y el otro de orientación. Desde que acaba la semana de los plenos (martes y miércoles) hasta la primera comisión de la siguiente semana (lunes) pasan cuatro días de descanso. Otra novedad, consensuada con el PP, es que las preguntas al presidente deben registrarse con cinco días de anticipación. Así se enfría la actualidad.
No se ha ampliado el número de iniciativas parlamentarias que se pueden plantear, pese a contar con un grupo más en la Junta que en el pasado mandato. En el reparto del conjunto de iniciativas, se aprecian dos niveles, PSOE y PP, como grandes grupos, y el resto igualados. No hubo ningún pleno monográfico; si quiere un debate sobre industria salga a la calle.
Ciudadanos acusa la falta de experiencia, Foro sufre crisis existencial, IU cogobierna, Podemos y Vox se oponen. Asoma la tentación del bipartidismo.