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Juan Neira

LARGO DE CAFE

DOS EXTREMOS Y TRES CENTROS

El debate se estructuró sobre tres centros (Sánchez, Casado y Rivera) y dos extremos (Iglesias y Abascal). Desde ese esquema cada líder desarrolló una estrategia. Sánchez actuó en clave de continuidad, al hacer a Nadia Calviño vicepresidenta del Gobierno, abriendo un nuevo ministerio para la despoblación y dando un aviso a los independentistas al advertir de que los próximos referéndum estarán tipificados en el Código Penal. Casado optó por la defensa al hombre, replicando cada propuesta de Sánchez y dando la imagen de presidente en la sombra. Su mejor réplica llegó cuando Sánchez hablaba de la solidez de la economía española y Casado sacó un titular periodístico de la época de Zapatero: «Pilares sólidos». Casado quiso visualizar los efectos de la subida de impuestos y dijo que votar socialista es meter la papeleta del PSOE en el sobre con 1.000 euros. Le salió el tiro por la culata; Pablo Iglesias repuso «de sobres con dinero público, ustedes saben mucho».

El candidato más brillante en el debate fue Pablo Iglesias, por la exposición de los temas y la capacidad para razonar sobre propuestas de los rivales. La estrategia del líder de Unidas Podemos consistió en volver sobre la discusión del Gobierno de coalición, haciéndole continuas referencias al presidente, llamándole a aprender de los rivales: la convergencia de los grupos de derechas. Sánchez trató de sacudírselo de encima, pero Iglesias no se alteró y desgranó una retahíla de medidas duras de economía, cada una adosada a un artículo de la Constitución.

Santiago Abascal llegó sin corbata, como aviso de que se iba a desmarcar de todos. En la primera intervención ya habló del «consenso progre». Su razonamiento para tirar todos los bolos con una sola bola fue la de achacar todos los males del presente al Estado Autonómico. Definió su postura como la alternativa patriótica. Cumplió con su papel, mostró una imagen tranquila, pero le falta la chispa que caracteriza a los líderes de la derecha radical. Albert Rivera arrancó con las encuestas en contra e hizo de todo para darles la vuelta: mostró un adoquín en la mano, se declaró el presidente de las familias, con un canto a los hijos, y le recordó a Abascal que estuvo cobrando 80.000 euros de un chiringuito de la Administración ¿Y el bloqueo institucional? Ningún avance positivo, salvo la disposición de Rivera a solucionarlo en un mes. Cómo estará de mal el asunto cuando Sánchez pidió un compromiso para dejar gobernar a la lista más votada.

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por JUAN NEIRA

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